Teléfono rojo/José Ureña
El menudo Presidente de la República se vio grande en Londres; mostró lo bien que maneja las formas. Los actos protocolarios de oropel, la cepeción en Saint James, el paseo en la carroza estilo Cenicienta, los honores al Jefe de Estado, los encuentros con la realeza en el Palacio de Buckingham –pernocta incluida– y la visita al número 10 de la calle Downing quedaron como un cuento de hadas, hecho a la medida.
Enrique Peña Nieto regresa del Reino Unido con el portafolio cargado de acuerdos en materia educativa, turística y sobre todo promesas multimillonarias de inversión energética. También con una buena colección de fotos glamorosas, retratado en las crónicas de sociales que elogiaron los elegantes atuendos de la Primera Dama; diseños de Valentino y Alexander McQueen, elegidos con todo cuidado para una ocasión que no admitió improvisaciones.
Precisamente, porque la visita de estado a Inglaterra no admitía improvisación alguna, el equipo presidencial evitó cualquier sorpresa desagradable.
Peña Nieto no fue a ninguna universidad; la numerosa comunidad de estudiantes mexicanos se quedó con las ganas de dialogar con él y los medios ingleses de cuestionarlo sobre temas tóxicos; ya se sabe cuales. ¿Por qué? Por miedo a la protesta, por temor a preguntas incómodos… y por la dificultad de brindar respuestas convincentes. Vamos, ni siquiera hubo conferencia de prensa conjunta con el primer ministro David Cameron…
Diarios como el Financial Times lanzaron duras críticas de fondo a la gestión del Presidente mexicano. Según el influyente periódico londinense, más allá del colapso por los precios del petróleo, nuestra economía parece estable y en crecimiento, aunque de manera lenta. Y luego vino lo más fuerte: las reformas económicas son solamente la mitad de lo que México necesita con urgencia para salir del hoyo; prioritaria es la reconstrucción del régimen legal, porque la corrupción y la “mordida” han desbordado la paciencia y la confianza de los ciudadanos, como lo reconoció Peña Nieto –por primera vez– sin explicar de dónde vienen precisamente la desconfianza y la incredulidad. Si bien habló de cambiar el rumbo, no definió el nuevo destino nacional bajo su mando.
El Presidente de la República nos quedó a deber.
EL MONJE LOCO: La verdad de las mentiras. Ahora resulta que Marcelo Ebrard tiene poco o casi nada; carece de casa propia, seguro social y prestaciones; gana mucho que para él es poco; es viajero frecuentes en aviones prestados; usa Rolex, pero no le alcanza para un Tsuru… caray, pues entonces que caro nos salió su pobre disfraz extra large.
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