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MÉXICO, DF, 3 de junio de 2014.- “Tepito todavía existe porque resiste. Nuestros abuelos nos enseñaron desde chiquitos a traer en chinga a nuestro ángel de la Guarda”, asegura con orgullo Alfonso Hernández, cronista del barrio bravo y fundador del Centro de Estudios Tepiteños.
La historia de resistencia del llamado “barrio bravo” data de cuando menos cinco siglos atrás, cuando Cuauhtémoc fue hecho prisionero en esa zona y desde ahí lanzó lo que se conoce como “la consigna del señor Cuauhtémoc”, por la que ordena “reverenciar a la madrecita tierra del Anáhuac y seguir luchando al amparo de nuestro destino. Eso es lo que “da a Tepito la fuerza, bravura y resistencia para mantenerse hasta hoy”.
Fama o sino, el barrio de Tepito es sinónimo de violencia y peligro. Por ello, sostiene el cronista, “al estigma delincuencial, sobreponemos el carisma barrial… ¿Y qué es eso? El lenguaje corporal del tepiteño: bailar, boxear, hablar y rifársela todos los días”.
Sobre las expresiones culturales en la zona, Hernández asegura que la musa callejera y la señora pobreza han inspirado a la gente del barrio a reivindicar las formas de trabajo y vida propias del lugar.
“Para un barrio como Tepito, la cultura no es un espectáculo y el arte no es un producto. Luego entonces, la cultura es cómo somos en relación a nuestro medio ambiente y el arte son todas las expresiones resultado de la creatividad y productividad local”, afirma con seguridad. De ahí que la gastronomía, el baile y los oficios se conviertan en patrimonio cultural local.
Así, colectivos como Tepito Arte Acá y posteriores grupos, como Los Olvidados, el taller Tepito Crónico, El Zaguán, Martes de Arte en Tepito y otras expresiones que no tienen un membrete se centraron en esa reivindicación.
El experto, tepiteño de nacimiento, resalta dos proyectos que han sido sumamente exitosos a partir de una exposición realizada en el Museo de la Ciudad de México en 1997, el diplomado de albures finos -acreditado por Conaculta y Bellas Artes- “es toda una enseñanza que reivindica la picardía mexicana, la fenomenología del relajo y que desarrolla la inteligencia emocional”.
El otro gran proyecto consiste en los llamados safaris –que fueron retomados por el reciente Festival del Centro Histórico-, que son “experiencias ‘adrenalinosas’ pero muy educativas para dejar ver qué es un barrio popular”.