La nueva naturaleza del episcopado mexicano
MÉXICO D.F., 23 de junio del 2014.- Hace unos días, y en medio de la “tragedia” por la eliminación de España en la copa pambolera, tuvo lugar el relevo en el trono ibérico tras la abdicación de Juan Carlos I a favor de su hijo, hoy Felipe VI. Y continuaba la exigencia de los antimonárquicos, de un referéndum con la esperanza de instaurar la Tercera República Española.
Aun cuando por esas manifestaciones muchos han vaticinado el fin de la monarquía peninsular, el camino para ello está lleno de trampas y por eso a otros nos parece que hay Borbones para largo tiempo.
Si bien con poca fortuna, ya hubo en España dos repúblicas (1873-1874 y 1931-1939); la segunda se exilió al término de la Guerra Civil y se disolvió tras la muerte del dictador Franco en 1975.
México no reconoció al franquismo y siempre dio su apoyo formal a la Segunda República. Y eso fue en los años en que, aquí, hubo un Tercer Imperio Mexicano luego de los de Agustín de Iturbide (1822-1823) y Maximiliano de Habsburgo (1864-1867).
¿Tercer Imperio? Sí, pero simulado y también llamado Imperio de Tacubaya cuando el próspero publirrelacionista potosino Federico Sánchez Fogarty lo creó y hasta repartió títulos prohibidos por la Constitución y por ello ilusorios, como los de duque, marqués, conde y barón, con sus versiones femeninas.
En el blog pdb-personajes.blogspot.mx, encontramos que Sánchez Fogarty, fundador de la Asociación Nacional de Publicistas, llamó Palacio Fogartiano a su residencia de Tacubaya, en la Ciudad de México, donde organizó unas 300 fiestas ‘imperiales’ entre 1936 y 1959, es decir, entre los gobiernos de Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos.
Y escribió el libro Vida y muerte del Tercer Imperio Mexicano, en el que -dice el citado blog- “narra la vida social capitalina de la época” (más bien, sólo la de su clan de socialités mexicanos o bon vivant), pero queda claro que le gustó la quimera de sentirse emperador y rodearse de una nobleza imaginaria.
Aún con sus 600 páginas, el libro Tacubaya. Historia, leyendas y personajes (Porrúa, 1991) de Antonio Fernández del Castillo, nada dice al respecto pues su información sólo llega a la época de Emilio Portes Gil, y únicamente supimos que ese inmueble estuvo “escondido en una calle de Tacubaya” y allí tenían lugar los “sábados imperiales y tés locos” de esa gente (mexico.dailysecret.com).
Uno de los participantes en aquellas reuniones fue el cronista de sociales Carlos González López-Negrete, quien recibió el título de Duque de Otranto -que originalmente tuvo el intrigante francés Fouché- y con ese sobrenombre firmaba en el diarioExcélsior su columna ‘Los 300 y algunos más’. Fue padre de la actual cronista del Centro Histórico Ángeles González Gamio y del comentarista político Carlos, de los mismos apellidos; ambos, también, nietos del arqueólogo Manuel Gamio, quien hace un siglo localizó el Templo Mayor de los aztecas.
En el México decimonónico no tuvieron éxito los partidarios de la monarquía, porque Estados Unidos hizo cuanto fue necesario y con quien fuera preciso para imponer en toda América su modelo republicano y así favorecer sus ambiciones de dominación y expansión sin injerencia de la realeza europea.
Pero ello no obsta para que en la actualidad existan aquí adeptos del sistema realista, como es el caso de Federico Campos, quien en su blog ‘internationalmonarchism’ se define como un “mexicano de nacimiento” que ha sido desde niño “un firme defensor” de ese tipo de gobierno, si bien reconoce que “es difícil ser un monárquico en un país muy republicano como México”.
Su lema es “Siempre en la defensa de la monarquía… Apoyando el legitimismo en Francia, el Juancarlismo en España, el imperialismo en México y Brasil, y el resto de las monarquías cristianas”, y dice que el blog es “un lugar para que todos los monárquicos del mundo” intercambien opiniones “y para glorificar a la forma más maravillosa y hermosa de estado: La Monarquía”.
Y mientras en la coyuntura actual muchos españoles quieren volver a la República, este mexicano apoya el regreso de la realeza a nuestro país “en la persona de HIM Maximiliano II, emperador titular de México”.
¿De risa? Decídalo usted. A fin de cuentas en todo tipo de regímenes hay pillos, corruptos, parásitos, cínicos y hasta vendepatrias. Mire a su alrededor.
(Continuará, con “los generales desconocidos de Maximiliano”).