Aprehenden a Marilyn, acusada de psiquiatra falsa
MÉXICO, DF, 16 de enero del 2015.-Como interno del Reclusorio Preventivo Varonil Norte, Fernando Iván Trejo admite que es complicado enterarse de lo que pasa muros afuera, a tal grado que hasta hace poco ignoraba que entre sus profesores de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM, su apodo era “el joven del récord olímpico”, mote que se ganó tras inscribir 13 materias en un semestre (el promedio son tres), aprobarlas y hacerlo con tan buenas notas que su promedio global se elevó hasta casi alcanzar el nueve.
“En el sistema abierto de la carrera en Economía sólo dos personas habían logrado algo parecido, pero a diferencia de los otros chicos —y por la situación legal que enfrenta— él lo hizo sin recibir una sola asesoría”, recordó una de las académicas que revisó sus trabajos, informó la Máxima Casa de Estudios en un comunicado.
Fernando dice que el encierro lo ha acostumbrado a esperar, sea el día de visita familiar, el caer de la noche o una probable fecha de liberación; “eso se ha hecho un hábito, pero a lo que ya no podía aguardar era a titularme”, compartió justo después de obtener el grado en una ceremonia realizada en el centro escolar del penal.
Para redactar su tesis ‘Crítica Económica a la Reforma Energética’, el hoy licenciado decidió aprovechar el tiempo, lo único que la cárcel da con prodigalidad, “pues vivir en una celda concede horas de sobra. Al ser apresado llevaba la mitad de la carrera y muy pronto comencé a extrañar el estudio, así que en cuanto supe que era posible proseguir, modifiqué rutinas y me dediqué a leer y a escribir”.
Una década de cambios
El 2004 marcó la vida de Fernando, pues en ese año nació su hijo y también surgió Proyecto UNAM, una iniciativa de la Subsecretaría de Gobierno del Distrito Federal, que ha permitido, hasta el momento, que 11 reclusos universitarios obtengan su título.
“Mi familia me dio los ánimos para concluir este episodio y dicho programa me otorgó los medios, aunque también fue crucial el apoyo de los profesores de la FE, que enviaban material en tal cantidad que terminé por acumular resmas que se apilaron una sobre otra”, recordó.
Una de las anécdotas más recordadas por los académicos es la de cuando encargaron a Guillermo Valencia (responsable del vínculo entre los penales capitalinos y la Universidad) entregar a Fernando más de dos mil 500 fotocopias apretujadas en una pequeña maleta deportiva rosa. “Además de lo extraño de ver una valija de ese color en un penal varonil, temíamos por su contenido, pues era tal el peso que, a cada paso del funcionario, la bolsa amenazaba con desfondarse”.
Así, las páginas se acumularon, lo que planteó un problema para el alumno, quién se vio forzado a deshacerse de las hojas en cuanto terminaba de leerlas. “Las celdas son de tres metros y medio por cuatro y albergan a más de 10 personas —con todo y su ropa, utensilios y artículos de limpieza—, así que imaginarás que no era bien visto que yo almacenara alteros de papel”.
Ante esta circunstancia, Fernando se vio impelido a confiar en su memoria y en dos artículos que siempre cargó consigo, “una pluma y un cuaderno en el que consignaba aquello que atrapaba mi atención. Se trata de objetos poco apreciados en un mundo que sobrevalora lo tecnológico, pero para mí fueron fundamentales”.
El joven admite que, para él, más que una injusticia, la cárcel es un castigo por errores antes cometidos y hoy lamentados, pero también una oportunidad para redimensionar dos aspectos sobre los que no había reflexionado con suficiencia: la capacidad de transformación que brinda el saber y, sobre todo, la familia.
“Titularse en prisión es un logro personal, pero no quiero que esto quede sólo en mí, sino que sea una lección para mi hijo y una manera de enseñarle, con el ejemplo, que es posible cambiar y sacar algo bueno incluso en la adversidad”.
Escribir de la reforma energética desde un sitio improbable
Todo preso, como parte de su condena, debe desempeñar una “comisión” —es decir, un trabajo al interior del penal— y la de Fernando es atender los asuntos administrativos de la cocina del ‘Reno’ (como se le dice coloquialmente al Reclusorio Norte), “aunque también me toca cargar costales de víveres, acarrear cubetas con agua y apoyar en lo necesario”.
En este sitio improbable, entre calderos y humaredas de fogón, el universitario sintió el impulso de escribir una tesis sobre la Reforma Energética pues, como explicó, “en la cárcel ser estudiante te da un estatus diferente, tus compañeros creen que lo sabes todo y por eso uno de ellos se me acercó para preguntar, ‘¿y qué onda con el asunto ése del petróleo?’. No supe contestarle, por eso me dediqué a investigar”.
Así, se planteó un objetivo: redactar un texto que no tomara partido, pero que desglosara una iniciativa que sacudió el escenario nacional. “No sé si lo logré, pero me sirvió para comprender un asunto que, sin las lecturas necesarias, se dificulta al entendimiento”.
El joven dice que si le pidieran resumir la razón detrás de esta medida, respondería: “Esta reforma constitucional responde a la invitación que ha recibido México para participar en la gran fiesta de la globalización, desafortunadamente no lo hace como convidado de honor, sino simplemente como quien llevará lo que hace falta”.