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CIUDAD DE MÉXICO, 2 de abril de 2016.- En México, y en el resto del mundo, la prevalencia del autismo es cercana al uno por ciento. Es complejo, porque pertenece a los trastornos del neurodesarrollo y se caracteriza por alteraciones en la comunicación desde etapas tempranas.
Los niños se ven impedidos para establecer un contacto con el exterior, explicó Jacqueline Cortés Morelos, investigadora con especialidad en Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la UNAM.
No existe un factor que lo precipite, es multifactorial y tiene un alto índice de heredabilidad; todos los trastornos del espectro autista tienen esta condición muy alta, casi de 100 por ciento, dijo en ocasión del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, que se conmemora hoy, 2 de abril.
“Viven en su propio mundo, entonces, al crecer adquieren pocas herramientas de neurodesarrollo, que son habituales para los demás infantes. Pueden llegar a carecer de comunicación verbal, y no verbal; no ofrecen respuestas a señales; tienen movimientos repetitivos (manerismos): se mecen, aletean o acarician su cabello”, describió la académica.
Además, se les dificulta expresar sus emociones, ser empáticos, receptivos o tener conductas enfocadas a la supervivencia. Por ejemplo, golpean la mesa, el plato, el garrafón de agua para solicitar alimento o saciar su sed. Si tienen cambios en su ambiente, tienden a agitarse porque todo se les hace extraño; en consecuencia, tienen conductas desadaptativas que expresan con llanto, gritos o agresiones.
Identificación
Aunque el autismo puro es un trastorno que no se cura, existen métodos de adaptación y aminoramiento, como psicoterapias y medicamentos que pueden lograr mejor calidad de vida, sobre todo en lo social y en lo afectivo, indicó Cortés Morelos.
“Se puede detectar a partir de la etapa de lactante, cuando el niño ya tiene ciertas conductas sociales, como la denominada ‘sonrisa social’, o cuando el bebé ríe con otras personas o juega. Incluso alrededor de los ocho meses tienen algo que nosotros conocemos como “jerga” y hablan sin decir palabras; todavía no pueden frasear, pero balbucean (agu-agu-agu) constantemente. Los autistas no lo hacen, no entablan una interacción”, apuntó.
Las alteraciones en la comunicación son las principales características de quienes padecen ese trastorno. “Los padres o la figura de apego lo identificarán de inmediato como algo anormal. Lo ideal entonces es que se acuda con un especialista en psiquiatría infantil (paidopsiquiatra), que se responsabilice del diagnóstico y el tratamiento.
No obstante, será la inclinación afectiva la que facultará la adaptación de una persona con autismo, como lo externó el escritor español Miguel Ángel Lladó Ribas, padre de un hijo con autismo, en su libro “El Inquilino del Hielo”.