La nueva naturaleza del episcopado mexicano
González Pérez, presidirá la CNDH
Hoy será confirmado por el pleno Senado de la República.
Luis Raúl González Pérez, empujado por el rector de la UNAM, José Narro, logró el consenso de los tres partidos grandes al obtener 25 de 31 votos de la comisión senatorial derechohumanista que hoy subirá el dictamen al pleno; el otro finalista fue Mauricio Farah Gebara –Secretario General de la Cámara de Diputados– quien consiguió 15 votos. En el camino quedaron Sara Irene Herrerías Guerra –ex procuradora Social de Atención a las Víctimas del Delito–, Patricia Olamendi –ex subsecretaria de Relaciones Exteriores–, Ricardo Bucio –titular de Conapred– y Luis Gonzáles Plascencia –ex ombudsman del DF–.
El doctor Raúl Plascencia Villanueva fracasó en el intento de reelegirse, pero logró sí confrontarse con organizaciones civiles y partidos políticos. Los adversarios le echaron montón; recibió duras críticas de organismos internacionales y terminó por poner a todo mundo de acuerdo, pero en su contra. Críticas despiadadas y tremendas acusaciones de venalidad e ineficiencia lo empinaron al abismo precisamente en los momentos en que el país padece una profunda crisis de derechos humanos reflejada fielmente por los casos de Ayotzinapa y Tlatlaya.
La CNDH es una instancia poderosa, con más de mil millones de presupuesto anual y un potencial de influencia único; en cada relevo, el organismo suele ser escenario de grillas encarnizadas entre la cúpula jurídica y académica; estalla la guerra sucia por el botín. Raúl Plascencia lo sabe de sobra.
Con Luis Raúl González Pérez, el hombre elegido para presidir cinco años la CNDH, el Senado de la República se jugó la renovación urgente de lo que se supone, debe ser el principal contrapeso del poder político en materia de justicia.
En veinte años, el papel de la CNDH se ha ido deslavando; las iniciativas no se han visto a la altura del drama nacional. La combatividad y autonomía necesarias para la denuncia se fue transformando en pasividad identificada por algunos como peligroso acercamiento a las instituciones que debían ser vigiladas. Acusan a Raúl Plascencia de actuar con lentitud y falta de reflejos.
Por cálculos políticos o por problemas estructurales, la CNDH dejo de operar como debía en el peor momento. El peso de la institución se fue perdiendo al mismo tiempo que el país entraba en una severa crisis de respeto a las garantías individuales, denunciada desde adentro y desde afuera.
El lunes pasado, el Relator Especial sobre la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos y Degradantes de la ONU, Juan Méndez, fue contundente al advertir que la CNDH ha fallado en su misión de proteger a los mexicanos contra la tortura, al ser incapaz de presionar a las autoridades para terminar con la práctica atroz.
En los números, la gestión de Raúl Plascencia tampoco sale bien librada. La reportera Daniela Rea, en el diario El Universal, revela que en cuatro años, la CNDH emitió 373 recomendaciones, de las cuales solo el 1.2 por ciento fueron cumplidas en su totalidad y el 43 por ciento a medias. Peor aún, del trabajo de la CNDH se desprendieron 313 denuncias penales, pero solo una terminó en sentencia.
Pasada la tormenta en la CNDH habrá tiempo para debatir una propuesta novedosa elaborada por los investigadores Ana Laura Magaloni y Carlos Elizondo Mayer Serra, para renovar de fondo y forma al organismo. Los investigadores del CIDE hablan de una cirugía mayor para transformar a la CNDH en una suerte de defensoría pública, la cual garantice acceso a la justicia a quienes por razones económicas o sociales no tienen posibilidad a una digna representación legal frente a los frecuentes abusos del Estado.
Mientras tanto, Raúl Plascencia podría ser el primer “cliente” de Luis Raúl González Pérez para solicitarle, como víctima de la disputa, la defensa de sus propios derechos humanos atropellados por el tren de la política.
EL MONJE LOCO: Miguel Ángel Mancera vive para contar el episodio más grave que pudo costarle la vida. Si bien la pericia de los médicos logró salvarlo tras ocho largos minutos de paro cardiaco, no consiguió corregir la arritmia que lo llevó al hospital. Esto quiere decir que el Jefe del GDF deberá someterse a otro cateterismo… y ojalá que la perforación auricular no le deje secuelas.
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