Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
El caldero de El Chapo
Buena noticia: la red que operó la fuga de El Chapo está desmantelada; otra mejor: la PGR y el aparato de inteligencia del Estado han realizado un gran trabajo para capturar a los responsables del “asombroso” escape del siglo; la peor, que el demonio Guzmán Loera aún anda suelto.
Al momento hay 29 detenidos con auto de formal prisión, tres arraigados y seis prófugos…
La PGR revela que el principal operador de la evasión fue Óscar Manuel Gómez Núñez, coordinador del equipo legal del capo, quien el 11 de julio pasado sostuvo con él una reunión de cien minutos, precisamente cuatro horas antes de la evasión; que el cuñado de El Chapo, Edgar Coronel Aispuro, supervisó la construcción del túnel y organizó la huida con apoyo de los dos pilotos de las avionetas en las que “voló” el delincuente.
Desde luego están implicados los ex funcionarios y custodios del penal del Altiplano quienes por omisión y con dolo facilitaron la estancia de Joaquín Guzmán Loera con exceso de privilegios.
No se pueden regatear los esfuerzos de la PGR por resolver el espinoso caso, sin embargo, hay preguntas pendientes de respuesta: ¿por qué todo ese gran aparato de seguridad e inteligencia no operó antes? ¿Qué no es mejor prevenir que lamentar; tapar el pozo antes del niño ahogado; del capo fugado por el túnel del tiempo?
Las acciones descritas por la titular de la PGR, Arely Gómez, revelan que el Gobierno tiene elementos suficientes para observar, rastrear y espiar, sin embargo, la ruta de las investigaciones de la fuga “imperdonable” genera también una vergüenza mayor; no hay pretexto que valga para justificar el boquete a la credibilidad institucional teniendo todos los elementos necesarios para mantener severamente vigilado al enemigo público número uno.
El nivel de corrupción que ha perforado el penal –dizque de máxima seguridad– con la mano de El Chapo, supera cualquier escándalo previo; las 386 visitas –272 de abogados– recibidas por el líder del Cártel de Sinaloa en sus 411 días de reclusión, su permanencia en la misma celda, y hasta la televisión autorizada al interno más peligroso por “buena conducta”, son prueba de que cualquier muro y cualquier suelo se horadan con petardos de inmoralidad.
EL MONJE LOCO: El Estado aún tiene dos grandes pendientes: primero que nada recapturar al célebre prófugo, y no menos importante, identificar, exhibir y castigar a los responsables políticos del “gran escape”. No es creíble que todo acabe con el castigo a la ex Coordinadora de Centros Penitenciarios Federales, Celina Oseguera, y al ex director del penal, Valentín Cárdenas; urge determinar la responsabilidad de los altos mandos de la Seguridad Nacional y aplicarles con todo rigor la justicia “a secas”.
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