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MÉXICO,DF,. 29 de diciembre de 2015.- Desde la antigüedad, en el mundo han existido sistemas adivinatorios. Mesoamérica y los zapotecas no fueron, ni son, la excepción. Así, como para mucha gente ahora un viernes 13 tiene una connotación negativa, para los antiguos mexicanos también hubieron días “buenos” y “malos”.
Michel R. Oudijk, del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM, estudia el corpus más grande de libros mánticos o adivinatorios, constituido por 101 ejemplares manuscritos en zapoteco colonial, que los especialistas o “maestros” utilizaron para “ver” el destino, señaló en un comunicado la máxima casa de estudios del país.
Entre otros hallazgos interesantes, ha encontrado que las “adivinaciones” coinciden entre los diferentes libros, pero también con las que se conocen de textos de origen prehispánico (códices).
El universitario aclaró que en Mesoamérica existía un calendario o registro del tiempo de 365 días, que servía para organizar eventos, normalmente civiles –como el pago de tributos– y agrícolas –para el inicio de la siembra o la cosecha–.
Pero también había una cuenta adivinatoria o mántica de 260 días, compuesta por 13 numerales y 20 signos que se combinaban y daban por resultado los días: 1-Lagarto (numeral-signo), 4-Jaguar u 8-Venado, por ejemplo. El valor adivinatorio de cada uno estaba marcado por esa combinación.
Así como en la actualidad hay números “cargados” que son de “buena suerte” para muchas personas, en Mesoamérica cada numeral y signo tenían un valor mántico. “Juntos, entonces, podían producir algo positivo, negativo o neutral, igual que ahora decimos ‘viernes 13 es malísimo’”.
Ambos ciclos, el de 13 numerales y el de 20 signos, comenzaban juntos en la combinación 1-Lagarto, pero al terminar el de los numerales, el de los signos no había concluido aún. De ese modo, el segundo numeral “1” se juntaba con el decimocuarto signo. Asimismo, cuando se iniciaba el segundo ciclo de los signos, el de los numerales estaba en la octava posición produciendo el día 8-Lagarto, y así sucesivamente.
De ese modo, la siguiente vez que había un día 1-Lagarto era después de 261 días: 13 numerales x 20 signos + 1. “Es matemático. Los antiguos mexicanos eligieron el 20 porque el sistema de contar mesoamericano fue vigesimal, quizá porque tenemos 20 dedos, mientras que para la elección del 13 se desconoce la razón”, subrayó.
Entonces, la cuenta de 365 es calendárica y la de 260 es adivinatoria. La relación entre ambas es la misma que la que existe hoy entre astronomía y astrología, es decir, entre una ciencia, dedicada al estudio del movimiento de cuerpos celestes y una pseudociencia, que supone un vínculo entre las posiciones de los astros y eventos en la Tierra.
Diversos libros prehispánicos registran el sistema de 260. Pero si sólo fuera la combinación de los ciclos de 13 y 20 “sería un sistema adivinatorio muy pobre.” Entonces, dentro del ciclo de 260 inventaron “montones” de otros ciclos “y a cada uno les dieron valor”.
En fuentes prehispánicas se representan esos diferentes ciclos en complejas tablas. Los códices más famosos de este tipo son los del llamado Grupo Borgia, compuesto por el códice del mismo nombre y otros como el Cospi, Laud y No. 20 de la Biblioteca Nacional de Francia, entre otros.
Una tabla es la de las parejas. Cada persona tiene un nombre calendárico que consta de un numeral y un signo; por ejemplo, 3-Flor y 4-Jaguar que juntos suman siete. Se busca ese número en la tabla y resulta tener algunos aspectos negativos. Eso no significa que la relación esté destinada al fracaso. “La razón por la que podría tener problemas era porque el hombre no era suficientemente devoto a los dioses, entonces lo compensaba siéndolo más”.
Durante el siglo XVII se registró un pleito entre el obispo de Oaxaca y la Orden de Santo Domingo. Se acusaba a los dominicos de haber descuidado la zona que se les había encomendado, lo cual se comprobaba por las numerosas y arraigadas idolatrías que permanecían entre los indios.
Una parte del proceso contiene declaraciones de testigos acerca de la existencia o no de idolatrías. Junto a los testimonios positivos acerca de prácticas religiosas prehispánicas en el proceso se incluye una serie de librillos pequeños, escritos en zapoteco, “en caracteres latinos y de aspecto sumamente pobre, muy manoseados y deteriorados, en los que se representan los calendarios prehispánicos utilizados todavía hasta esa fecha por los indios de la región”, escribió José Alcina Franch en Estudios de Cultura Náhuatl, del Instituto de Investigaciones Históricas.
Esos libritos, conservados hasta la actualidad en el Archivo General de Indias, en Sevilla, España, conforman el corpus que Michel R. Oudijk estudia desde hace más de 20 años. Se trata de pequeños textos que registran la cuenta de 260 días. Son documentos históricos, con apuntes que hicieron los especialistas en aquel momento. Es único, porque tenemos a expertos que informan sobre el valor de cierto día o periodo. Son datos internos, muy ricos, que no habían sido traducidos.
¿Quiénes los escribieron? En la Sierra Norte y en la Sierra Sur oaxaqueña, durante el siglo XVII, había una red de contactos y maestros que instruían a sus estudiantes, aunque se desconoce cómo los elegían. “De hecho, hay un grupo de seis o siete de los 101 libritos que fueron realizados por la misma mano y que fueron vendidos”.
Había enseñanza, pero totalmente escondida. Es fascinante, pero muy difícil acercarnos a ello, reconoció el investigador. “El éxito de todo lo que hacía la gente era determinado por las ‘fuerzas’ que regían un día o periodo. Para casarte, construir tu casa, limpiar la milpa, emprender un viaje o negocio, o ponerle nombre a un niño, había que consultar al especialista, y había muchos en tiempos prehispánicos y coloniales, y aún los hay en la actualidad”.
El universitario comenzó a transcribir el expediente, compuesto por alrededor de mil 500 folios, es decir, casi tres mil páginas, en los años 90, labor que terminó en 1999. Así, construyó una base de datos, “listas y más listas de 260”, con sus valores, la cual tiene casi 26 mil entradas.
De ese modo, hoy es posible comparar, por ejemplo, el día 8-Venado en todos los libritos y valores. Aunque no todos los maestros escribieron algo, algunos sí, y coinciden incluso con los escritos prehispánicos. También contienen descripciones de rituales.
Las autoridades eclesiásticas pretendían un cambio administrativo y utilizaron las confesiones de la gente y la descripción de sus costumbres en contra de los dominicos. Fue el argumento que demostró que la orden religiosa no hacía su trabajo de evangelización.
De ahí se derivó un proyecto oficial hace ocho años para escribir un libro acerca de la adivinación entre los zapotecas desde el Posclásico Tardío, en el que participan expertos de diferentes países e instituciones, y que incluye el análisis de un documento pictográfico zapoteco, probablemente prehispánico, de sólo dos hojas, encontrado hace cuatro años dentro de un libro de canto.
Asimismo, se abordará el caso del obispo contra los dominicos y las confesiones de la gente. A cargo de Oudijk quedarán los ciclos calendárico y adivinatorio, y la traducción de los textos; finalmente, se revisarán los libros mánticos modernos, que aún se utilizan en la Sierra Sur de Oaxaca, y se destacará la continuidad cultural.
Además, en Internet se publicarán las transcripciones de las confesiones en torno al caso, la base de datos e imágenes de los libritos. Eso ocurrirá el próximo año, junto con la publicación de un texto con los comentarios y análisis.
Por último, Oudijk refirió que tiene razones para pensar que estos libritos vienen de la tradición oral -que continúa hasta la actualidad- y no de una pictórica. La práctica adivinatoria sigue entre los zapotecas de la Sierra Sur, los mazatecas, mixes y chinantecos, aunque de diferentes formas. En la Sierra Norte, donde se escribió el corpus, quedó en desuso, probablemente a raíz de la investigación de las autoridades de la Iglesia.