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LA HABANA, 13 de octubre (Quadratín México).- Cincuenta años después de la crisis de los misiles del 13 de octubre de 1962, Estados Unidos y Cuba siguen como enemigos irreconciliables en la región del Caribe como último reducto de la Guerra Fría.
La Unión Soviética, uno de los tres protagonistas de lo que pudo ser la tercera y última guerra mundial al instalar cohetes nucleares en la isla caribeña, desapareció hace dos décadas del escenario mundial.
Ahora es un conglomerado de Estados independientes que renunciaron al comunismo, mientras Rusia, la mayor ex república soviética, asumió la economía de mercado bajo un duro liderazgo político.
Ni aún bajo el gobierno de Barack Obama, primer afronorteamericano en ocupar la presidencia de Estados Unidos, ha podido resolverse el prolongado conflicto entre Washington y La Habana.
Cuba condena el mantenimiento del embargo económico decretado a inicios de la década del 1960, y la Casa Blanca insiste en mantenerla en la lista de Estados que “apoyan el terrorismo”.
De momento, pocos avances hacia una distensión se pueden esperar entre estos dos enemigos ideológicos, separados por una distancia de 145 kilómetros, pero con temas sensibles en su crispada agenda bilateral.
Cinco agentes cubanos, que Cuba considera “héroes de la lucha antiterrorista”, guardan prisión en Estados Unidos desde 1998 bajo cargos de espionaje y Cuba desarrolla una intensa campaña por su liberación.
Un contratista estadunidense cumple 15 años de cárcel en Cuba acusado de atentar contra la independencia de la isla al introducir en forma ilegal medios de telecomunicaciones no autorizados para la oposición.
Mientras el diferendo continúa sin visos cercanos de solución, a uno y otro lado del Estrecho de la Florida y en la lejana Moscú, se publican evaluaciones sobre los 13 días de octubre de 1962 que el mundo vivió al borde del abismo.
Los protagonistas de aquel episodio fueron el presidente estadunidense John F. Kennedy, el primer ministro soviético Nikita Jruchov y el líder cubano Fidel Castro, al frente de una joven Revolución que abrazó temprano el marxismo-leninismo.
Castro, ahora con 86 años de edad, es el único superviviente, pero se encuentra retirado de las tareas del poder desde 2006 debido a una grave enfermedad que lo obligó a entregar el mando a su hermano Raúl Castro.
La crisis de los misiles, o “Crisis de octubre” como se conoce en Cuba, colocó al mundo cerca del holocausto nuclear, cuando en plena Guerra Fría se enfrentaban las dos superpotencias de la época, la Unión Soviética y Estados Unidos.
El conflicto abarcó el período comprendido entre descubrimiento de los cohetes soviéticos (15 de octubre de 1962) hasta el anuncio de su desmantelamiento y regreso a Moscú (28 de octubre de 1962).
La tensión subió cuando Estados Unidos estableció un bloqueo naval a la isla de gobierno comunista, ante el cual el 22 de octubre de 1962, Castro ordenó la alarma de combate para enfrentar lo que estimó una inminente invasión.
Tensas negociaciones, rápidas y secretas, entre las dos superpotencias, de las que Cuba fue excluida, culminaron con el retiro de los misiles sin que Moscú consultara con La Habana.
Documentos desclasificados en décadas posteriores, entre ellos cartas intercambiadas por Jruschov y Fidel Castro, permitieron conocer detalles que se mantuvieron ocultos a la opinión pública.
Entre esos pormenores figuraron la airada reacción del gobernante cubano ante lo que consideró una decisión inconsulta de su entonces aliado de retirar los cohetes tras negociaciones con el presidente estadounidense.
La versión oficial cubana sostiene que el emplazamiento de cohetes con ojivas nucleares en su territorio se debió a “las amenazas de agresión” del gobierno estadunidense a la naciente Revolución.
Entre los aspectos más relevantes del acuerdo Estados Unidos-Unión Soviética figuraron la retirada de los cohetes, el compromiso de no invadir Cuba, el retiro de los misiles estadunidenses de Turquía y la creación de un “teléfono rojo” entre Washington y Moscú.
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