Niños devorados por la violencia
Tampoco hará falta expulsarlo del PAN, porque él mismo se puso fuera, si es que alguna vez estuvo dentro y no utilizó al partido de Gómez Morían sólo para ser Presidente.
En todo caso, puede decirse que no resistió ocupar en la historia patria el papel del héroe que sacó al PRI de Los Pinos y él mismo ayuda a reinstalarlo ahora, quizá porque nunca fue conciente de lo que hizo y sólo satisfizo su vanidad llegando a donde llegó.
Que despertó muchas esperanzas entre los mexicanos, lo tiene sin cuidado; que los panistas creyeron que haría un gobierno que los enorgulleciera, le da lo mismo. Simplemente no supo ni donde estaba, ni qué era gobernar, ni le importó más que usufructuar el poder, junto con Martha Sahagún, quien le llenó el ojo y de ser su simple jefe de prensa se convirtió en su consorte y, más que eso, en quien en realidad mandaba.
Es duro para los panistas comprender hoy que Fox no gobernó con ellos. Su gabinete lo integró con personas ajenas, a ellos si acaso les dio algunos lugares secundarios. Que los head hunters ayudaron a integrarlo, sólo fue el disfraz para cumplir compromisos y no verse obligado a llenarlo de panistas, a quienes nunca sintió deberles la Presidencia.
Es fácil recordar que en 2003, como gobernador de Guanajuato, pidió al PAN olvidarse un tiempo de su doctrina y principios para pragmáticamente luchar por el poder, que era lo que le importaba.
Luego, al día siguiente de la elección federal intermedia de 2004 se destapó intempestivamente como candidato presidencial e inició su campaña. En el PAN no lo tomaron en cuenta al inicio, después tuvieron que aceptarlo como su candidato, porque ya no les quedaba otra.
O sea, Vicente Fox se les impuso a los panistas como su abanderado tras Los Pinos.
Por eso y porque por su desparpajo y carisma, por sus dicharachos de que había que sacar de Los Pinos las tepocatas y víboras chirrioneras y porque la gente ya estaba harta de la “dictadura perfecta”, ganó el 2 de julio de 2000, aunque también porque el PRI le enfrentó a un Labastida Ochoa, sin madera de líder.
Aquel lloriqueo de “me dijo mariquita, chaparro, mandilón”, en el debate de los candidatos, lo puso fuera de la pelea y lo pintó tal cual era.
Cuauhtémoc, que iba por tercera vez por la Presidencia, no fue pieza, pues aunque en 2007 también capitalizó el hartazgo de los capitalinos por el PRI y le arrebató el DF; la abulia y dedicarse a nadar de muertito para no quemarte rumbo a Los Pinos, lo descalificó, y más ante un Fox entrón, despiadado y contundente.
Erraría el PAN con expulsar a Fox, puesto que en realidad nunca fue panista convencido, sino convenenciero. Entró al partido invitado por Clouthier, en su campaña presidencial; si bien entrambos había una distancia insondable.
Maquío era empresario exitoso y líder empresarial; la expropiación bancaria de López Portillo lo encontró como presidente del Consejo Coordinador Empresarial, la cúpula del sector privado nacional, tras haber presidido la Coparmex y Caades (Confederación de Asociaciones Agrícolas de Sinaloa), organismo que agrupa a los empresarios agrícolas exitosos del estado de los siete ríos.
Fox fue un mediocre empresario, pero sobresalía por decidor y su estatura. Atendió el llamado de Maquío, quien lo apoyó para diputado federal del PAN en la legislatura que calificó la elección de Salinas de Gortari y en la que destacó porque en la tribuna se puso unas orejotas de cartoncillo para pitorrearse de él, y eso lo hizo famoso, más que por sus propuestas e ideas.
Para qué insistir en la personalidad del verdugo del PRI, que alentó grandes esperanzas en que introduciría una nueva forma de gobernar, democrática y al servicio de la gente, que creyó en él.
Hoy vemos que la gloria de la democracia le quedó demasiado grande, que no entendió el papel que le correspondía desempeñar en la historia de México y que pudo más su prurito de ver por sus intereses personales, los de la “señora Martha” y los hijos de ella, y por sus cuatro hijos adoptivos, que despertaron a la realidad mecidos en las hamacas del poder.
Quién sabe que pendientes arrastre en su morral, como dicen en el pueblo. Por lo menos quiere asegura supervivencia del Centro Fox, que, por lo visto, le ha resultado magnífica manera de vivir y de disfrutar la nostalgia de la Presidencia en la oficina que se construyó allí, remedo de la que ocupó en Los Pinos.
Los panistas que ni se molesten el expulsarlo. Con olvidarlo será suficiente.
QMEX/