Descomplicado
Por primera vez en la historia de México, esta semana se vieron representadas en la misma mesa todas las corrientes políticas de la gran pluralidad nacional. Seis ex presidentes de diversos partidos, sinarquistas y masones del más alto rango, empresarios y líderes sociales, nos dimos la mano con sinceridad democrática con el futuro posible como horizonte común. No olvidamos nuestras ideologías —pues han inspirado nuestros esfuerzos durante décadas— pero sí dejamos claro que más importante que cualquier color partidista es nuestra hermandad como mexicanos.
Este encuentro se dio en un evento que por mucho trascendió lo electoral, para instalarse en un plano genuinamente histórico: la firma del Plan de la Concertación Mexicana, por parte de Enrique Peña Nieto y diversos líderes de las más variadas formas de pensamiento.
Quienes signamos este acuerdo reconocemos que desde que somos nación independiente la lucha por el poder en México siempre tuvo un trasfondo ideológico, se alimentó de disputas por el control de los mexicanos y giró en torno de la sucesión presidencial. En ese ambiente de forcejos, se desarrolló una cultura donde cada cual ha pretendido imponer su visión al otro, sin el menor aprecio por el diálogo conciliador o la búsqueda de acuerdos donde todos ganen algo y renuncien a querer quedarse con todo.
Asimismo, aunque el anhelo democrático y de plena libertad generó un proceso de transición hacia la democracia durante las tres últimas décadas del siglo pasado, las fuerzas sociales y las de oposición al régimen no fueron capaces de formular un plan que permitiera sumar, organizar y coordinar el generoso esfuerzo de muchos mexicanos.
La transición hizo posible una alternancia que desafortunadamente no pasó de una sustitución de siglas en el ejercicio de gobierno, con insuficientes cambios en la forma de gobernar y sin mudar el sistema político.
En el sexenio que está por concluir, se recreó al viejo régimen y quedó claro que la corrupción, el autoritarismo, la manipulación electoral, la judicialización de la política y el menosprecio por las libertades, no son patrimonio de un solo partido político.
En contra de esa historia de desencuentros, Concertación Mexicana se ha comprometido a detonar y encauzar un proceso de unidad, diálogo y concertación nacionales. Buscamos cambiar nuestra cultura política y contribuir con el próximo gobierno a insertar al país en la ruta del progreso con democracia y con justicia social.
El Plan de la Concertación Mexicana es un documento rector del desempeño del próximo gobierno. Su contenido consigna la voluntad de dialogar y de acordar entre quienes pensamos diferente pero deseamos lo mejor para México. También convoca a participar a todos los ciudadanos para que, por encima de nuestras naturales diferencias, privilegiemos nuestras coincidencias.
Porque avanzamos con visión de causa y no de proyecto, de Estado y no de partido, la historia juzgará la trascendencia de nuestro propósito cuando haya transcurrido el sexenio en el que culminará la transición e inaugurará una nueva forma de gobernar, incluyente y respetuosa de la pluralidad.
Asimismo, este Plan, que habrá de encabezar el licenciado Enrique Peña Nieto a partir de que asuma la Presidencia de la República, es un compromiso que lo obliga a él, a quienes hoy lo firmaremos y a quienes lo hagan de aquí en adelante, a coadyuvar para hacerlo realidad. No celebramos un acto de campaña, sino el inicio de un proceso de colaboración con el próximo gobierno; no fuimos a “tomarnos la foto”, sino a dar el primer paso en un camino de largo recorrido y horizontes postelectorales, que insertará al país en la ruta del progreso con democracia, paz y justicia social.