Visión Financiera
Con legítimo orgullo, los mexicanos podemos felicitarnos por haber superado las pruebas del 2012, uno de los años más dinámicos y ríspidos de nuestra vida cívica contemporánea. A pesar de las diatribas, de los encontronazos e incluso de la narcopolítica que pesó como una espada de Damocles durante todo el anterior sexenio, vivimos sin violencia una nueva alternancia en la cima del Estado.
De nuevo hablaron los votos y se expresó la voluntad de esas mujeres y hombres libres, de espíritu soberano y profundos ímpetus democráticos, que forman el pueblo mexicano.
Pero la felicitación que nos demos no debe excluir el autoanálisis. Hubo momentos en los que la descalificación y la amenaza desbancaron al debate político. Más que argumentos se esgrimieron insultos. Especialmente durante las campañas, hubo momentos en los que padecimos el reinado de la política negra.
Las altisonancias no se limitaron a los procesos electorales, durante los cuales resulta natural que hiervan las pasiones políticas, también enmarañaron gran parte de la vida pública en general. Ello se manifestó en una escasa productividad legislativa y en falta de acuerdos entre instituciones.
En general, vimos una distracción generalizada de la llamada clase política: más que emplear su energía en crear proyectos exitosos o en generar las ideas capaces de dar el impulso decisivo que nuestra patria necesita, nuestros políticos se desgastaron en combatirse a sí mismos.
Allí está, contrario sensu, el reto que el año por venir debemos superar los mexicanos. Nuestra patria no tiene enemigos externos, tenemos un enemigo interno: la división, la cultura de la intolerancia, la falta de acuerdos, la incapacidad, pues, de superar las diferencias ideológicas y partidistas.
Es por ello que los promotores del partido inspirado en el Plan de la Concertación Mexicana vemos con justificado optimismo los escenarios políticos del 2013. Sabemos que los ideales que nos inspiran son compartidos y anhelados por la mayor parte de nuestros compatriotas; hay consciencia de la urgente e indispensable necesidad de generar un cambio de actitudes, de prácticas, que transforme hasta la raíz la cultura política nacional.
El año por venir habremos de cosechar los frutos de haber sembrado las semillas de la concordia y de la aceptación entre los diversos, de promover la generación del diálogo y el concepto de la pluralidad constructiva.
Concertar es, además, un reto que ya fue aceptado por cientos de miles de personas que ya se sumaron a este gran esfuerzo destinado a renovar el sistema político nacional.
El éxito de este proyecto es fácilmente comprensible, ¿qué mexicano no quiere un partido diferente, que no necesite pactos para trabajar con los diferentes sino que ya desde su propio origen esté conformado con las más diversas corrientes ideológicas?
Por ello, al comenzar un nuevo año y un nuevo ciclo sexenal, los concertadores avanzamos con la fuerza y la legitimidad de ser una apuesta por aquello que más necesita México: la unidad, esa pieza clave que nos permitirá crear una patria más próspera, plena de justicia social y paz.
(Aprovecho para anunciar que reanudaré mis colaboraciones en la primera semana de enero. Saludos)
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