Libros de ayer y hoy
Ya es impostergable superar esas actitudes que pretenden avivar tensiones y exacerbar las dudas que en algunos pueda haber dejado la elección, impulsando acciones que complican el ambiente social y generan brechas entre los grupos de mexicanos. Es una injusticia limitar el papel de los jóvenes a ser carne de cañón en la escaramuza de un personaje obsesionado.
Debemos respetar que Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores ejerzan su derecho de recurrir a instancias legales. No obstante, resulta muy diferente buscar capitalizar el natural apasionamiento de la juventud para echar leña a la hoguera de la desconfianza. Ello refleja una actitud utilitarista y limitada del papel de nuestros jóvenes.
Además es especialmente delicado que se insista en radicalizar al movimiento #YoSoy132. De presentarse como una fuerza política plural en sus orígenes, hoy su lenguaje y sus objetivos lo dejan ver como un movimiento de izquierda extrema con tendencia a la violencia.
Este grupo se ha erigido en tribunal supremo y se ha presentado como dueño de “La Verdad”, dictando sentencia sobre las elecciones sin esperar que las autoridades reales hagan su trabajo.
En su posicionamiento oficial, #YoSoy132 ha decretado que vivimos “un proceso electoral viciado de origen, con instituciones deliberadamente incapaces de prevenir y sancionar las incontables anomalías que se llevaron a cabo… un proceso fraguado desde hace varios años por los poderes fácticos, nacionales y extranjeros, violatorios de la soberanía nacional, que buscan garantizar la aprobación de las reformas estructurales de carácter neoliberal”.
Así se evidencia no solo su actitud anti EPN, sino su falta de respeto a los millones de ciudadanos que por así considerarlo mejor para el país le votamos. Poco les importa la voluntad popular.
México tiene hambre de calma. Si algo deja ver el ciudadano común es su hartazgo ante todas las formas de la violencia, incluida la violencia verbal. No se trata solo de las guerras negras y los debates airados de las campañas, sino de seis años de sangre que hemos padecido. Ya es hora de reconciliarnos y vivir en paz.
Ojalá que los jóvenes de este grupo y quienes se encargan de impulsarlos comprendan este anhelo, asumiendo que su visión no es la única y que todas las demás merecen ser respetadas, pues así cerraremos este capítulo y comenzaremos a avanzar unidos como nación y como pueblo.