Genio y figura
Esta normalidad democrática es un logro que debemos valorar cabalmente, pues constituye una excepción en la historia política nacional, plagada de asonadas y sediciones. Tan alto logro de nuestra sociedad no podría haber sido posible si no fuera por la estabilidad y la serenidad que nos brinda el contar con un Ejército que es absolutamente respetuoso del orden constitucional y el poder civil.
Una y otra vez, los militares han demostrado su amor por México propiciando que avancemos democráticamente. Ello debería demostrarnos que nuestro pueblo no tiene nada qué temer y sí mucho qué agradecer a las fuerzas castrenses.
Esas reflexiones vienen a la mente por las críticas inmerecidas que se lanzaron contra los tribunales militares a raíz del fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) con el cual —como encabezó un periódico— se dice “adiós al código de justicia castrense”.
En los hechos, la SCJN determinó que es competencia de un juzgado federal aquel delito cometido por militares en activo en el que se implica un civil, ya sea como cómplice o como víctima. Celebrando dicho fallo, un editorialista afirmó que hasta ahora el Código de Justicia Militar ha sido “un instrumento castrense de control de daños”.
La pregunta que tenemos que hacernos es, ¿en realidad está tan bien el sistema de justicia civil como para preferirlo sobre el militar? ¿Son nuestros jueces civiles libres de sobornos, de procrastinación, de influencias indebidas?
Porque si algo ha distinguido al castrense mexicano es su honestidad y su congruencia. Por supuesto, como en todo grupo humano, hay fallos y errores, pero responden a conductas individuales y nunca a costumbres establecidas institucionalmente y toleradas por los mandos.
Cuando un militar cae en falta, se le juzga imparcialmente, se le sentencia y cumple su pena en una cárcel sin las comodidades ilegales que hay en las civiles. A diferencia de otras instituciones del Estado mexicano, entre los uniformados no existe una cultura compartida de corrupción.
Por todo ello, más que festinar irreflexivamente debemos tener cuidado de proteger las tradiciones y los hechos jurídicos que sustentan al Ejército Mexicano como es hoy y como ha sido desde su fundación: leal, respetuoso del Estado de derecho, inamoviblemente fiel al pueblo mexicano.
Porque valorar a quienes portan el digno uniforme de la patria es, también, un acto de elemental gratitud humana por lo mucho que han dado y siguen dando a nuestra nación y a nuestra democracia.
QMex/me