Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido
El Pacto por México recibió una generosa bienvenida por parte de la ciudadanía. Con esperanza, con un voto de confianza, con fe en que las fuerzas políticas pueden actuar de manera patrióticamente productiva, se elogió a las dirigencias de los partidos por haberse puesto —por fin— de acuerdo.
Incluso a nivel internacional el Pacto recibió un apoyo extraordinario. Allí está el espaldarazo de Jeffrey Davidow —una de las voces más importantes en Estados Unidos en el tema de América Latina y ex embajador en nuestro país —, quien afirmó: “El Pacto por México es un documento impresionante. Revela un nivel de consenso político que en general no ha existido en México durante los últimos años”. Incluso lo puso como un ejemplo a seguir por su país: “Lamentablemente, en Estados Unidos no vemos ningún indicio de esa clase de cooperación y madurez”.
El periodista Andrés Oppenheimer, especialista en Latinoamérica, resumió el sentir de la región al señalar que: “El acuerdo nacional de 95 puntos firmado por los tres partidos políticos más grandes de México puede tener un impacto positivo en ese país, y podría darle una lección de civilidad al Congreso de Estados Unidos y a varios países latinoamericanos. Muchos lo describen como el acuerdo más ambicioso jamás firmado por líderes políticos mexicanos para modernizar el país y volverlo más competitivo”.
Pues bien, el capital político acumulado de manera tan contundente como rápida alrededor de este compromiso enfrenta una seria amenaza en la negativa actitud de legisladores panistas y perredistas, quienes se han negado a respaldar la iniciativa de Enrique Peña Nieto para reformar la estructura de la administración pública federal, como si un presidente no tuviera el evidente derecho de afinar el instrumento con el que habrá de trabajar por México durante los próximos seis años.
La cuerda, tensada durante semanas, acabó por romperse ahora que los senadores panistas y perredistas, al percatarse de que iban perdiendo la votación en la materia, operaron la maniobra de cancelar la sesión legislativa argumentando falta de quórum.
Esta jugarreta tiene en vilo el cargo de Ernesto Cordero como presidente del Senado, pues según algunos testimonios el pase de lista oficial contabilizaba 124 senadores y 63 bastaban para sostener la sesión. Por ello, amén de perder la confianza de sus pares y evidenciar una parcialidad indigna de su investidura, Cordero enfrenta la posibilidad real de ser llevado a juicio político.
Pero más allá de los destinos de personas que se han distinguido por su parroquialismo, lo que está en juego es un instrumento capaz de influir positivamente en el destino común de los mexicanos. Esperemos que las cúpulas azules y amarillas perciban que aun están a tiempo de desterrar esta mezquindad política y esta corrosiva ausencia de visión de Estado, pues de seguir así no solo decepcionarán una vez más a la ciudadanía que confío en su palabra, sino que también bloquearán el camino de México hacia la paz, el progreso y la concordia.
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