El INE y la complicidad
Hace ya algunos años el periodista estadounidense Jonathan Rauch hablaba de un concepto que parecía fuera de todo lugar y toda proporción pero que hoy debería ser parte del léxico de todo politólogo: la “demosclerosis”.
Por supuesto que la idea puede ser interpretada de diversas formas, pero la prevalente se refiere a la acción de grupos para evitar cambios o medidas que afecten sus intereses.
Y eso se refiere lo mismo a cámaras de comercio que a sindicatos.
En Estados Unidos el resultado ha sido claro, al menos hasta hoy: el congreso federal está literalmente hecho nudos, dedicado a correr en círculos, con grupos de interés contrarios jalando en direcciones opuestas mas frecuentemente que no.
La demosclerosis, define Rauch, es la incapacidad de los gobiernos democráticos para adaptarse. Derecha e izquierda se culpan unos a otros, y con razón en ambos casos, sobre la inmovilidad y la ineficiencia del gobierno, aunque en ambos casos sean igualmente responsables: ninguna de las dos acepta la adopción de medidas que no vayan en su dirección.
Ambas partes usan la descalificación absoluta com arma polìtica y al hacerlo descartan toda posibilidad de negociación. Es, com dice el viejo refrán “por mi camino o por ningún lado”, o como dicen los estadounidense “a mi estilo o te vas” (my way or the highway).
En México eso alcanza lo mimo a una izquierda que se quiere ostentar como única representativa de la “democracia popular” pero al igual que sus rivales usa los mismos “argumento”: de “acarreados” para hacer bulto en sus manifestaciones que el insulto para callar a quienes no piensen como ellos.
En Estados Unidos o en México se traduce en ausencia de diálogo, carencia de debate, indiferencia a las necesidades del otro y una vida política cada vez mas elemental: yo leo y escucho lo que dice cosas que me gustan, los demás son..
Que el nivel de la vida polìtica haya caido tanto es en parte culpa del gobierno, pero mayormente responsabilidad de los propios partidos y grupos políticos que para legitimarse dicen representar a sectores de la población pero que al final de cuentas solo representan sus propios intereses y únicamente defienden la propia supervivencia.
La burocracia sindical solo busca su permanencia, aunque se escude en la “defensa de los intereses de los trabajadores” y sus disidentes, con mas frecuencia que no, solo desean relevarlos en el puesto, pero nada mas. Los capos políticos pueden ponerse la bandera que quieran, pero al final predomina su propio interés.
Y si la democracia estadounidense está inmovilizada la incipiente democracia mexicana se empantana mas y mas en la esclerosis…
QMX/jcf