
El legado de Francisco
Mi buen amigo Gerardo G. se indigna, se irrita y hace todo lo posible por afectar su ya muy golpeado hígado cada vez que recuerda el contraste entre las historias de México. Y eso es casi diario.
Gerardo puede tener razón. Más que nunca, México parece hoy el cuento de dos sociedades que casi por azar conviven en el mismo territorio, interactúan y a final de cuentas cada una va en su propia dirección.
Unas de ellas es la de un estado fallido, o al menos esa era la frase de moda hace tres o cuatro años. Otra, es el renacimiento de México, por decirle de alguna forma, en las increíbles expectativas que hoy se le ven y hace apenas tres años parecían un cuento de hadas.
Y no es que haya habido un cambio de poder reciente -que lo hubo-, o que la economía sea diametralmente distinta que entonces -que no lo es- o que la criminalidad haya cambiado mucho, que no lo ha hecho.
Simplemente ha cambiado la visión.
Pues sí, según la línea predilecta de parte de la prensa estadounidense México estaría en graves problemas. La criminalidad, la corruptela, el narcotráfico, la impunidad… son todas parte de una narrativa que no está equivocada, pero tampoco es toda la historia.
Y del otro lado la historia es de un país en el umbral de una erupción económica, en la posibilidad de convertirse en una potencia si supera desafíos como leyes anticuadas y costumbres o formas de pensar y actuar tan conservadoras que son vistas como de izquierda o tan izquierdistas que resultan conservadoras.
Pero es tampoco es toda la historia.
Son dos ángulos del mismo país. Un país que es violento y “fallido” pero del que salen miles de millones de dólares hacia matrices en países tan sólidos que enfrentan serios problemas financieros, como España, o donde los modestos millones de dólares resultan la “joya de la corona” para gigantes como “Citigroup”.
Tan fallido que recibe migrantes deseosos de tratar su suerte a pesar de enfrentar posibilidades de violencia.
Las dos historias son ciertas, pero ninguna de las dos es la única. Y ni siquiera son las únicas historias del país: la realidad es mucho más compleja. Aunque sufra el hígado de Gerardo.
QMX/jcf