Teléfono Roja/José Ureña
Washington.- Cualquiera que hubiera escuchado el lunes el discurso de la segunda toma de posesión del presidente Barack Obama podría concluir sin problema que América Latina está fuera de su agenda.
El continente como tal mereció una mención pasajera, en referencia a la determinación estadunidense de “defender la democracia donde sea”, incluso “las Américas”.
Y pese a la idea de que esa ausencia es negativa, quienes conozcan bien la política estadounidense sabe que eso no es así. De hecho, cuando América Latina ha estado “en la agenda” ha sido en tiempos de conflictos o guerras: la crisis de los proyectiles de 1962 que enfrentó a Estados Unidos y la Unión Soviética, la situación centroamericana en los ochentas…
La agenda estadounidense es una agenda de crisis y al margen de lo que sea, como dice el analista venezolano Moisés Naim, las crisis latinoamericanas son pobres competidoras respecto a las que ocurren en Oriente Medio o África. Y francamente, que bueno.
Cierto que sería deseable que hubiese más atención al hemisferio, sobre todo en razón de asistencia para el desarrollo y el libre comercio y sobre todo de la influencia política que este país -y sobre todo el presidente Obama- tiene sobre el hemisferio.
El segundo período de Obama puede cambiar seriamente esa noción. De entrada, el futuro Secretario de Estado, John Kerry, ha tenido por largo tiempo interés en la región, que es además uno de los puntos prometedores en términos de economía mundial.
Pero la atención no saldrá de una noción de bondad sino de intereses, políticos y económicos. El ascenso de la influencia política de la minoría hispana garantiza que el mundo político estadounidense comience a prestar atención a países que como México, Cuba, la cuenca del Caribe y Centroamérica, tienen interés para sus votantes.
Claro que eso complica las cosas también para los políticos de esas naciones. Después de todo, lo que hagan encontrará eco, con frecuencia más negativo que positivo en los Estados Unidos y tal vez muchos de ellos lamentarán esa renovada atención.
Tal vez no ocurra exactamente así, pero la verdad es que los países latinoamericanos deben también buscar su propia suerte, al menos en lo que respecta a promover sus intereses en Estados Unidos. Los estadounidenses no lo van a hacer simplemente como resultado de impulsos de su buena voluntad o su gran corazón.
Al margen de todo, de lo bueno o malo que sea Obama, de que la región pueda o no estar en su agenda o en su corazón, es tiempo de que los países latinoamericanos dejen de ser pasivos y como señorita en balcón esperen a que llegue el pretendiente. Debe más bien actuar como el pretendiente en busca de lograr sus intereses…
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