Ráfaga/Jorge Herrera Valenzuela
Pero Mohamed logró ser contratado como informante, sobre todo luego de que relató a las agentes de la oficina del FBI en San Francisco “bien cocinadas historias que sugerían una conexión criminal entre contrabandistas mexicanos y terroristas palestinos”, relata Tim Weiner en su libro “Enemies”.
En 1994 Mohamed había informado al FBI de su adhesiòn a la “Jihad Islámica” y sus vínculos con Al-Qaeda.
El cuento viene a la memoria porque vete años después todavía hay temores sobre la posibilidad de que grupos terroristas islámicos traten de cruzar la frontera mexicana con Estados Unidos de la mano de contrabandistas de personas o traficantes de drogas.
Hasta ahora sin embargo la información no apoya la teoría, atractiva como es para la extrema derecha estadounidense o para grupos que han hecho religión de su paranoia.
Todavía hace un par de semanas, en una reunión sobre seguridad realizada en El Paso, funcionarios mexicanos asistentes escucharon algunas palabras en torno a la posibilidad de que terroristas, aislados o en grupos, pudieran llegar a través de México.
En los últimos dos años hubo reportes sobre el papel de un hombre de origen libanés como vínculo entre productores de cocaína colombianos y “los Zetas”, que figuraron también en otro reporte según el cual extremistas islámicos querían contratarlos para asesinar al embajador saudita en Washington.
Pero la realidad es que según todos los indicios conocidos, al menos, los cárteles mexicanos no necesitan “vejigas para nadar” ni involucrarse en alianzas con grupos islámicos, que mas bien tienen su principal actividad en Sudamérica, concretamente la llamada “trifrontera” entre Argentina, Brasil y Paraguay, donde hay actividad de recaudadores de fondos palestinos.
Y a reserva de mayores indicios más que en México, la infiltración de extremistas islámicos es más viable en Estados Unidos o en Canadá…
QMex/jcf