Abanico
El nuevo Secretario de Relaciones Exteriores, Jose Antonio Meade, se encuentra en una situación interesante: a menos que haya cosas que se ignoren de su biografía personal, no tiene un historial de conocimiento de la teoría y práctica de las relaciones internacionales. A cambio está versado en los temas financieros nacionales e internacionales.
En otras palabras, a cambio de no tener información sobre diplomacia tiene experiencia y callo en términos de obtención y administración de recursos, lo que tal vez permita que la hasta ahora ninguneada y constreñida Secretaría de Relaciones Exteriores reciba los fondos necesarios para que desempeñe las funciones que corresponden al rostro internacional de un país que a pesar de nosotros y nuestros traumas es una potencia naciente.
Si esa es la razón de su nombramiento bienvenido sea, al margen de que el Cuerpo Diplomático mexicano vuelva justamente a sentirse ninguneado por la acción política.
Meade es un hombre joven, evidentemente inteligente y políticamente astuto y bien relacionado: de otra forma sería difícil explicar el salto de la Secretaría de Hacienda de un gobierno del Partido de Acción Nacional a la titularidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Su evidente capacidad para mantener puentes con al menos aparentes rivales políticos puede ser una cualidad importante.
Ninguna, sin embargo, como el hecho de su cercanía al ahora Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, y tener una muy buena relación con Luis Videgaray, el nuevo y muy influyente Secretario de Hacienda.
Su designación fue sorpresiva, en alguna medida porque aunque había reportes de sus relaciones personales, había especulaciones de que repetiría como Secretario de Hacienda o que sería el coordinador de asesores de la presidencia.
Pero según los que dicen que saben, Meade sufrió este año un enamoramiento de los temas internacionales, en específico de las negociaciones durante la reciente reunión del G-20. Bienvenido sea, pues.
Pero si bien ese entusiasmo es loable, no es suficiente. Habrá que ver de quien se rodea y a quien hace caso. Después de todo su llegada desplazo a varios embajadores de primer nivel que sí, deben disciplnarse y en su mayoría están de salida, pero no merecen que su capacidad y su experiencia sea desaprovechada o marginada.
De hecho, uno de los grandes trabajos no realizados hace 22 años es la actualización de la doctrina de política exterior de México, aunque justo es reconocer que tampoco hay una Doctrina de Seguridad Nacional, que debe englobar a aquella.
Meade, tal vez, pueda hacerse cargo de la tarea, gracias justamente a que es un especialista en finanzas y en realidades económicas…
QMX/jcf