Itinerario político/Ricardo Alemán
Un cálculo de la prensa especializada en Estados Unidos afirma que los llamados “SuperPACs” afines a los republicanos podrían gastar este año tantos como mil millones de dólares para atacar al presidente Barack Obama y en contra de su reelección.
Uno solo de ellos, “Crossroads” (Encrucijada), ha reunido alrededor de 300 millones de dólares y solo en mayo invirtió 25 millones de dólares en anuncios por televisión contra Obama, tanto como lo que el mandatario gastó para lo mismo en el mismo mes.
“Crossroads” es un grupo creado por Karl Rove, el consejero de campañas republicano que fue uno de los principales asesores del presidente George W. Bush, afirma que es independiente de la campaña del republicano Mitt Romney, acogiéndose a una nueva interretación de la key electoral estadounidense en la que la Suprema Corte de Justicia concedió en 2010 que las empresas tenían los mismos derechos de expresión que los ciudadanos y en ese marco, que organizaciones no vinculadas con los aspirantes políticos, tenían absoluta libertad de gastar en publicidad política sin supervisión gubernamental.
Tanto los republicanos como los demócratas comenzaron entonces a crear “SuperPACs”, supergrupos de acción política presuntamente no ligados con los campañas de candidatos. Pero eso es solo en el papel: Rove es abiertamente consejero de la campaña de Romney, personajes afines al presidente Obama crearon el “supoerpac” “PrioritiesUSA”.
Formalmente, no hay vinculación entre las campañas y los “superPACs”, por aquello de la posibilidad de denegabilidad. En la realidad sin embargo…
Pero eso pasa en una política como la estadounidense, donde cada dólar gastado por las campañas políticas debe ser reunido por los candidatos y sus aliados y donde la concepción de partisanismo pasa no sólo por ideología sino por compromiso económico que en algunos casos, sin embargo, llega a ser brutal: multimillonarios como los hermanos Koch pueden permitirse el lujo de gastar 20 o 30 millones de dólares en campañas, tal como lo hiciera también Sheldon Adelson, que literalmente invirtió 25 millones de dólares en la fallida campaña de Newt Gingrich y ahora tal vez se manifie$te en favor de Romney.
De acuerdo con algunas estimaciones, la campaña electoral estadounidense costará este año unos 9,900 millones de dólares, de los que se estima un 66 por ciento irá para televisión. La parte del león ciertamente corresponde a la campaña presidencial, en la que se espera que Obama y Romney recauden cada uno alrededor de un mil millones de dólares y la pura campaña presidencial acabe por tener un costo de alrededor de tres mil millones de dólares.
Es importante recordar también que en las elecciones estadounidenses de noviembre se elegirán a los 435 integrantes de la cámara baja, un tercio del senado, una docena de gubernaturas, 42 legislaturas estatales y funcionarios en los tres mil condados (municipios) y cada uno de los aspirantes espera tener acceso a recaudar fondos para anuncios publicitarios por radio, televisión y redes sociales.
La parte dramática es que mientras esos fondos serán sujetos a verificaciones y la supervisión de las autoridades, no es seguro que los mil millones de dólares que esperan invertir los “superPACs” pro-republicanos y los sin duda cientos de millones que sería viable esperar gastarán los que favorecen a Obama estén sujetos a las mismas reglas de transparencia y mas bien abran el camino a la participación desigual de ricos y superricos.
Y si eso pasa en una política como la estadounidense, donde hay un considerable número de “candados” ¿que pasará en la de México, donde esos candados son fáciles de librar?