Doble rasero del populismo: Trump, AMLO y la manipulación de los nombres
Las constantes protestas y amenazas que emanan de diversas partes del gobierno del presidente Nicolás Maduro, en Venezuela, dejan una creciente impresión de debilidad que resulta un mal augurio.
Elegido por una ventaja mínima, el presidente Maduro parece obligado a enfrentar a una activa oposición con expresiones cada vez mas amenazantes, y absurdas.
¿El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, recibe al derrotado candidato presidencial Henrique Capriles? Entonces el gobierno venezolano se retira de las conversaciones de paz entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Y aunque no sea así, la frase no dicha parece algo como “y le daremos manos libres a las FARC” para castigar al gobierno colombiano.
No es ciertamente una postura prudente, toda vez que hay incluso señalamientos atribuidos al canciller venezolano Elias Jaua de que el encuentro Santos-Capriles podría llevar incluso a que Venezuela rompa relaciones con Colombia.
Y eso, luego de reportes sobre la escasez de harina de trigo, de papel higiénico, los rumores sobre conflictos internos y animadversión entre Maduro y el presidente del Congreso, Diosdado Cabello, no es para ser optimistas. Unas cosas reflejan incapacidades, otras, división. El chavismo sin Chávez prueba ser cada vez mas difícil.
Es fácil atacar a la oposición. Después de todo, ese es su papel, ser negativos hacia el gobierno y en el mejor de los casos colaboradores condicionales y condicionantes. Lo malo para el gobierno de Maduro es que sus adversarios políticos representan literalmente a la mitad de lis venezolanos y lo bueno es que ellos, tanto como el propio maduro, deben buscar fórmulas de diálogo y de negociación, mas allá del exabrupto y del calor de la discusión.
Pero las posturas que parece asumir el gobierno de Maduro no parecen conducentes, a menos que sean parte de una propuesta política que de alguna forma neutralice a los grupos mas extremos de su régimen y le permita adelantar conexiones, si no negociaciones, con sus críticos a la derecha.
La oposición venezolana está en condiciones similares, sobre todo si se piensa que Capriles es la cabeza visible de un movimiento que a su vez parece extremadamente dividido.
Lo malo es que en esas condiciones es frecuente que lo urgente se imponga a lo importante, y que metas inmediatas para satisfacer preocupaciones pequeñas sean asumidas aunque el costo sea para las metas de largo plazo y mayores consecuencias.
QMX/jcf