
Libros de ayer y hoy
Un “blog” de “The Christian Science Monitor” se preguntaba sobre el “extraño silencio” del gobierno mexicano en el actual proyecto de reforma migratoria en Estados Unidos.
“El gobierno mexicano ha permanecido calladamente fuera de la refriega y provocado preguntas acerca de cual, si alguno, deba ser el papel de México”, indicó el comentario.
El diario ahora exclusivo de internet recordó que “México tiene mas en juego que otras naciones cuya gente se va hacia costas estadounidenses” toda vez que un diez por ciento de la población mexicana reside en Estados Unidos y que 60 por ciento de los 11.1 millones de indocumentados que se estima se encuentran en ese país son también de origen mexicano.
La pregunta es válida. Después de todo, pocos temas como el de migración han sido tan usados para medir el nivel popular de las relaciones México y Estados Unidos bilaterales y pocos temas han sido tan malinterpretados.
El tema despierta fuertes emociones en los dos países. En uno, el emisor, porque no solo evoca el pasado y unos territorios a los que nunca prestó atención real cuando los tenía y hoy son extrañamente parte remota de la definición de nuestro nacionalismo y a final de cuentas una válvula de escape de presiones demográficas.
En el otro, el receptor, porque aunque se precia de ser -y es de hecho- un país de inmigrantes una gran parte de su sociedad desearía continuamente cerrar la puerta a la próxima oleada de migrantes siempre y cuando no sean los de la propia familia.
La pregunta sin embargo no se refiere a emociones atávicas ni deseos, buenos o malos, sino a hechos “duros”, que se pueden medir en números, en dólares…
La migración es importante para México. Las remesas son la tercera fuente de ingresos del país y en gran medida uno de los mas importantes “programas” de alivio a la pobreza para sus pobladores.
La cuestión entonces es ¿porqué no cabildea? Lo hizo para la aprobación del Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TLC) y uso herramientas poco ortodoxas para lograr la aprobación del acuerdo camionero.
No hay respuesta fácil, aunque pueda deberse en gran medida al cambio de gobierno en los dos países y en especial en México, que significó también un cambio de embajadores, de uno ya conocedor pero estaba en el equipo saliente a otro que tiene que por lo pronto tiene que aprender pero está en el equipo entrante.
Pero el tema migratorio no es uno cualquiera sino uno que está en la conciencia nacional y afecta tanto nuestra seguridad nacional como la idea de nosotros mismos y nuestra relación con el mundo.
En alguna medida el cabildeo tampoco parece necesario, al menos de momento: es uno de esos temas que están ya en la conciencia y en el interés propio de los estadounidenses y la intervención del gobierno mexicano podría no ser bien recibida o brindar argumentos al lado contrario.
Lo bueno es que pese a lo que se diga esos dos embajadores no sólo son profesionales sino que se respetan y que el equipo básico que se hace cargo de las relaciones legislativas en la embajada de México en Washington está entre los mejores.
A veces, también, el cabildeo no necesita ser ni obvio ni desde el inicio de las propuestas de solución. Lo cierto, de cualquier forma, es que en algún momento tendrá que hacerlo…
QMX/jcf