A DOS PUNTAS: México ¿País Libertario?

18 de diciembre de 2012
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10:07
José Carreño

Más y más, y pese a lo que se diga, México parece en el proceso de convertirse en un país de ideología libertaria, no porque hayamos estudiado, nos hayamos convertido o pensemos así, sino porque actuamos así.

De acuerdo con la explicación adelantada por “Wikipedia”, tan válida o inválida como se quiera pero que coincide con la de varias otras fuentes, “el libertarismo (del inglés libertarianism, traducido al español en ocasiones como libertarianismo o liberalismo libertario), es una filosofía política que afirma la vigencia suprema de la libertad individual (o libertad negativa), es decir, el derecho del individuo sobre sí mismo, cuyo límite no es otro más que el derecho ajeno.

“El sustento de la ideología libertaria es la filosofía individualista, la política antiestatista y la economía capitalista laissez-faire, en razón de que para los libertarios, toda relación humana debe ser producto de pactos voluntarios y la fuerza sólo puede emplearse legítimamente contra otros de manera defensiva o ante el incumplimiento de un acuerdo (principio de no agresión)”.

Pero en términos de México lo podemos traducir simplemente como “vamos a empujar las cosas hasta donde podamos y aprovechar de la debilidad de otros o de la inercia de las autoridades para obtener ventajas para nosotros mismos o nuestro grupo”. En otras palabras, hacerlo porque se puede, no porque se debe, y si no hay resistencias, se hace costumbre y ley.

Cierto que algunos -o muchos- a la izquierda podrían objetar la noción. Después de todo, la idea de una guía o el predominio del bien del Estado como garante del bien común es cosustancial a la forma de pensar que acompaña esa postura ideológica, pero la realidad es que tal como parece interpretarse en la izquierda mexicana la mayor diferencia estaría en su ámbito de aplicación.

Del peatón que rehusa usar los pasos peatonales y el mas modesto taxista que de un día a otro se autoproclama “taxi seguro” para cobrar mas caros sus servicios, a los comerciantes ambulantes o tolerados que demandan derechos pero no pagan mas que “derecho de piso” a su líder que a su vez paga algún o algunos sobornos o favores a las autoridades, a los financieros con doble contabilidad o los empresarios ricos con empresas quebradas y políticos que proponen, aprueban leyes pero no las cumplen, hay un generalizado impulso para ampliar los límites de la libertad propia, aunque sea habitualmente en detrimento de otros.

La libertad de expresión está en boca de todos, pero la que se debe respetar es la propia porque la “del otro”, la del adversario es un insulto y un intento de represión; mi grupo, mis correligionarios pueden juzgar, criticar y condenar a los “otros”, sean gobierno, oposición, facción política o grupo social, pero si hay respuesta es un abuso de libertades o una represión intolerable, según de que se trate.

Algunos quisieran ver un principio de anarquismo, y tal vez tengan razón. Después de todo, el libertarianismo filosófico, con su énfasis en lo individual y la propiedad privada, parecería antitético respecto a varias definiciones de derecha e izquierda. Pero a la hora de la verdad, los libertarios podrían ser definidos como anarquistas de derecha, aunque algo muy similar podría ser dicho de los anarquistas: libertarios de izquierda.

Seríamos afortunados sin embargo si fuésemos libertarios o anarquistas reales. Después de todo, en cualquiera de las dos vertientes se hace énfasis en la responsabilidad común, el respeto a los derechos de otros y la colaboración para avanzar.

En México, a izquierda y derecha, es básicamente el asegurar derechos o ventajas para uno mismo o el grupo al que se pertenece, aunque eso sí en aras del bien común -entendido otra vez como un modelo excluyente y geocéntrico o egocéntrico-.

QMX/jcf

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