A DOS PUNTAS: Peña Nieto, estadista o mezquino

03 de julio de 2012
 , 
8:08
José Carreño

A “botepronto”, González hizo un excelente análisis de las elecciones y su secuela:

Sorpresas:
– La jornada electoral sorprendió a quienes vaticinaban enfrentamientos y violencia. A pesar de algunas irregularidades, que lo mismo ocurren en las elecciones de países desarrollados pues no hay elección perfecta, el 1 de julio arrojó comicios con credibilidad y legitimidad amplias.
– Las encuestas que vaticinaban que el PRI con Peña Nieto iba a arrasa y ganar con 10-15 puntos porcentuales (sólo serán 6-7 puntos); el repunte de AMLO quien comenzó con sólo 20% de las preferencias y termina con 32%; y la precipitosa caída del PAN (25%), producto del repudio a la política de violencia del presidente Calderón y a una campaña torpe y desdibujada de Josefina.
Realidades
– A pesar de la cómoda victoria del PRI, no hay regreso al pasado. No hubo carro completo ni regresa la presidencia imperial. El PRI tendrá que negociar en la Cámara de Diputados pues no tendrá la supermayoría requerida para hacer reformas estructurales. El PRI tiene mandato para gobernar con legitimidad democrática, pero el mandato es acotado y requiere de humildad y flexibilidad.
– La izquierda fortalece su bastión de poder en el centro neurálgico del país, la capital, y perfila a Mancera, si hace un buen trabajo en el DF, como presidenciable de una nueva generación de las fuerzas progresistas.
– El PAN tendrá que replantear su estrategia política y electoral pues después de 12 años en el poder, ha sufrido un fuerte revés. La disciplina y cohesión que lo solía caracterizar se ha disuelto al grito de “sálvese quien pueda” ante el naufragio de su navío.
Retos
– Una de las claves para un gobierno fuerte y efectivo de Peña Nieto será la gestión del desencanto que se avecina pues conforme se endureció la carrera durante la campaña electoral los candidatos tuvieron que continuar subiendo sus ofertas. Con más de 90% del presupuesto federal pre-asignado, hay poco margen de maniobra para traducir las promesas de campaña en realidades.
– Es más fácil decir que se va a continuar la lucha contra el crimen organizado a la vez que se abate la violencia que ejecutar dicha maniobra. El nuevo gobierno tendrá que replantearse la estrategia que siguió Calderón, y ello implicará, aunque no se diga en público, la creación de treguas estructuradas con incentivos (premios y castigos) para que el Estado retome la batuta que perdió respecto al uso de la fuerza en la esfera pública.
– Es urgente inyectarle competencia a la economía mexicana para que remonte el mediocre desempeño de la primera década del siglo XXI. En particular, es clave para la estabilidad política y la prosperidad general acelerar el crecimiento de empleo en el sector formal, lo que requiere de competencia para elevar la productividad, misma que permitirá abatir costos, aumentar la oferta de bienes y servicios, y crear más puestos de trabajo. La dificultad de echar a andar esta prioridad de gobierno estriba en el maridaje que ha caracterizado a las élites económicas mexicanas y los gobiernos pasados del PRI y del PAN.

La tarea, pues, no es tan fácil. Y por eso González no duda en presentar la dicotomía: estadista o mezquino. No habrá medias tintas…

QMex/jcf

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