El INE y la complicidad
La posibilidad de que el Congreso estadounidense aborde este año una propuesta de reforma migratoria es cada vez mayor, pero aún está por verse que es lo que será aprobado.
De acuerdo con todos los reportes, el presidente Barack Obama presentará un proyecto amplio, que tendrá como punto central la creación de un camino a la ciudadanía para la mayoría de los once millones de residentes indocumentados, mayormente de origen mexicano, que ya se encuentran en los Estados Unidos.
Igualmente crearía un programa de visas temporales para trabajadores invitados pero al mismo tiempo haría énfasis en un programa mandatorio de verificación electrónica de la identidad de nuevos empleados y más visas de residencia (tarjetas verdes) para extranjeros graduados de universidades estadounidenses.
Pero la propuesta puede enfrentar un obstáculo importante: los republicanos parecen más bien preocupados por su alcance y de acuerdo con versiones adelantadas por el prestigioso semanario “The National Journal” preferirían más que una gran ley, una serie de leyes o propuestas más pequeñas.
La realidad es que pocos, si acaso, dudan de que habrá una reforma migratoria. Por un lado Obama está muy consciente de su deuda política hacia la minoría hispana y los republicanos que no pueden permitir ser considerados como los “malos” de las película y menos cuando los latinos son un grupo de votantes en crecimiento.
Mas aún, el que tal vez haya sido su principal argumento en el pasado reciente -la seguridad fronteriza- parece anulado, según el gobierno Obama, tanto por una considerable reducción de entradas ilegales como por una muy agresiva política de inmigrantes indocumentados, una que por otra parte ha causado indignación entre amplios sectores latinos.
El problema de seguridad fue usado hace seis años por el entonces presidente de la Cámara Baja, el republicano Dennis Hastert, para bloquear una propuesta de reforma planteada por el presidente George W. Bush, también republicano.
Según “National Journal”, a final de cuentas la posibilidad de una reforma parece complicada pero no imposible, y menos si como se cree en Washington la aprobación inicial ocurre en el Senado, no sólo con la participación de la mayoría demócrata sino con la colaboración de algunos importantes republicanos, y sin olvidar que el presidente Obama parece cada vez mas dispuesto a usar agresivamente el megáfono que le proporciona la presidencia.
Pero al mismo tiempo, no puede ignorarse que los republicanos tienen la mayoría en la Cámara baja y que si bien están en desventaja disponen también de recursos políticos que les permitirían “pedacear” cualesquier propuesta de ley que llegue a su campo y luego negociar los trozos en conferencia política, a la hora de escribir la eventual versión final.
El proceso es ciertamente político, y la preocupación política es que los debates en torno a la situación fiscal y especialmente el “techo” de la deuda nacional, así como en torno al polémico problema del derecho a tener armas, distraigan la atención o en todo caso obliguen a posponer la acción en trono a la posible legislación.
La reforma migratoria es un tema donde el gobierno Obama -aunque de hecho podría decirse el gobierno estadounidense- está en deuda y no puede darse el lujo de ignorarlo. Y los republicanos, a su vez, no pueden ignorarlo y menos oponerse sin sufrir consecuencias.
Pero una cosa es lo que se desea y otra lo que se obtiene.
QMX/jcf