La nueva propaganda es tan vieja como siempre/Felipe de J. Monroy
Miami (Florida, Estados Unidos).- Es difícil imaginar una contienda mas cerrada que la que ahora parecen escenificar el presidente Barack Obama y el republicano Mitt Romney.
De hecho, no son pocos los analistas políticos que comienzan a preguntarse si no habrá de nuevo un escenario como el de 2000, cuando el demócrata Al Gore perdió la presidencia estadounidense aunque ganó el voto popular. El Colegio Electoral lo ganó George W. Bush, cuando una decisión de la Suprema Corte de Justicia reconoció los resultados de Florida, que por apenas 529 votos de diferencia entre mas de seis millones emitidos en este estado en ese entonces le concedió los 25 votos electorales que al final fueron la diferencia y la victoria de Bush a nivel nacional.
Pero esta vez, de acuerdo con esa previsión, lo mas probable sería que Obama fuese el ganador del Colegio Electoral y Romney el ganador del voto popular.
La realidad en todo caso es que los dos candidatos, y los dos partidos, están literalmente empatados, con sus respectivos votantes casi igualados en números y porcentajes, con una base de financiamiento mas o menos equivalente.
Una de las diferencias mas aparente, sin embargo, es que los republicanos parecen haberse convertido en el partido de los blancos. Romney tiene asegurado el voto de un 59 por ciento de los blancos, aún el grupo étnico dominante en los Estados Unidos.
Obama por su parte tiene lo que parece un 95 por ciento del voto de los afro-estadounidenses y al menos el 70 por ciento de los hispanos, mas grupos relativamente menores -”gays”, asiáticos- y la posibilidad de un sector independiente, el de mujeres jóvenes con educación media-superior.
La confrontación pues es literalmente entre la mayoría que está a punto de dejar de serlo y las minorías que unidas serán eventualmente mayoría.
Pero las cosas van mas allá. En términos socioeconómicos, la elección enfrenta también a un grupo que teme que sus adversarios le arrebaten el bienestar que ha adquirido con los grupos que aspiran a llegar a los mismos estándares.
Mas aún, de creer al politólogo Tom Edsall, una parte del problema estaría en que se trata también de una competencia por recursos en disminución.
Y eso sin comenzar a hablar de las posibles diferencias en los rumbos que adoptarían los Estados Unidos según quien sea el electo.
Evidentemente nadie está seguro del resultado, aunque en uno y otro lado hay confianza en que su candidato será el vencedor.
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