Historias Surrealistas
Avances tecnológicos parecen incidir en menores prácticas religiosas a nivel global.
La frase puede ser altamente cuestionable, pero vale establecer que la espiritualidad no se restringe a ciertas prácticas, lenguajes ni rituales. Incluso, las manifestaciones ostensibles de fe. No requiere iglesias ni preceptos clericales.
Así puede aceptarse un amplio declive mundial de la afiliación religiosa y la identidad. En Estados Unidos, por ejemplo, el 70 por ciento se su población manifestaba pertenecer a una iglesia, sinagoga o mezquita en 1999. En 2020 la cifra se redujo a 47 por ciento según la consultoría de opinión Gallup.
A esto se suma que distintos estudios establecen que cuanto más expuestas están las personas a las tecnologías de automatización, más débiles son sus creencias religiosas. Argumentan que la relación no es una coincidencia.
Investigadores y filósofos reflexionaron sobre la conexión entre la ciencia y la religión durante muchos años. Incluso se habló de la contribución de la ciencia al «desencanto del mundo», es decir, a la sustitución de las explicaciones sobrenaturales del funcionamiento del universo por otras racionales y científicas.
Ahora la IA y la robótica pueden influir en las creencias de las personas de una manera que la ciencia en general no lo hace según un estudio de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago.
Otros dos estudios, uno que comparó la religiosidad y el stock de robots industriales en las áreas metropolitanas de Estados Unidos y otro que exploró la relación entre la exposición ocupacional a la Inteligencia Artificial (IA) y las actitudes y prácticas religiosas entre los empleados de una planta fabril que incorporaba tecnología de IA, respaldaron el vínculo entre la automatización y el declive religioso.
El impacto de la automatización en la fe religiosa puede tener que ver con el valor «instrumental» de la religión. Es decir, recurrir a agentes sobrenaturales y profesionales religiosos para resolver problemas que están más allá del alcance de la capacidad humana. Ahora estos suelen resolverse con la automatización.
Sin embargo, la Tecnología de Información aún no puede tener un papel relevante en la definición de moralidad, aunque se presupone que cada vez gane participación en ello.
Por otra parte, debe remarcarse que la disminución de la religiosidad no incide en el arraigo y profundidad de la vida espiritual de cada persona.
Así, aunque la automatización tiene un marco de aplicación muy amplia y día a día incrementa capacidades de creación y producción, en la religión está un sentido ético moral. El pragmatismo de la vida común catapulta las bondades de la automatización y sus tecnologías, pero la religiosidad permanece en las raíces de nuestras idiosincrasias y credos.
Y aunque varíen radicalmente las maneras de establecer nexos con la Divinidad, sea cual sea el nombre que le impongamos, siempre subyace en la introspección, silencio y en los tres sellos: Vida, tiempo y muerte.