Escenario político
Cuando el teletrabajo se vuelve un tirano
Ambientes con altos niveles de riesgos e incertidumbre nos impulsan a generar mayor conciencia de la empatía y solidaridad. Sin embargo, tales reacciones naturales se contraponen en el ámbito laboral en tiempos de la pandemia.
A nivel mundial, los trabajadores reportan que el trabajo remoto incide en un incremento de las tareas laborales en 15 a 24% en promedio. Sin embargo, el aumento de labores profesionales desde el home office no tiene nada que ver con la productividad, sino con procesos burocráticos y cansinos que no suman valor.
Se trata de presentar informes y datos de una y otra forma, de buscar datos caducos y hacer históricos irrelevantes, de formatear de maneras diferentes el trabajo…en suma: ocupar horas/hombre en acciones innecesarias para garantizarle a los gerentes que se trabaja.
Tal grado de incredulidad gerencial abona al cansancio laboral y a la percepción de inutilidad de cada profesional. El teletrabajo se volvió un titano porque la desconfianza es un signo de las sociedades altamente individualizadas.
¿Por qué no creemos que los otros actúan de la mejor manera posible y tenemos expectativas positivas sobre ellos, porque usamos el control en el trabajo remoto, por qué desconfiamos? Pr temor.
La confianza admite un grado de vulnerabilidad que no queremos permitirnos. Asumimos, erróneamente, que en el trabajo no se admite la humanización de tareas y funciones, como si fuera posible “desconectar” lo que somos de lo que hacemos. Así, se asumen torpemente los roles de liderazgo. Olvidamos que un líder genera confianza e impulsa lo mejor de cada uno de los miembros de su equipo.
La razón es muy simple: la confianza no tiene parámetros inmediatos de cuantificación, no existen kepis directamente vinculados a un factor que es cimiente de cualquier proyecto, pero también en la creatividad y el catapultar talentos.
Así, en el ámbito gerencial se confunde cumplimento con confianza. Pero confianza va más allá de resultados inmediatos, que va más allá de la implicación y se convierte en compromiso.
Los riesgos de las tareas insustanciales que generan más trabajo pero que no abonan a la productividad real y significativa causan perjuicios no sólo en el trabajador sino en la autopercepción de valor. De tal suerte, se pueden perder significados y trascendencia en el trabajo. El síndrome del quemado es una amenaza latente para las empresas con gerentes desconfiados.
Los “remedios” para la desconfianza van desde la generación de acuerdos de aportación a proyectos específicos, ayuda constante en cada proceso siempre que se requiera de manera explícita, premiar la proactividad y generar un alto grado de empatía hacia los demás.
En un entorno donde ascenderán la automatización, digitalización e Inteligencia Artificial en muchos procesos y funciones empresariales, es necesario volver a nuestras tendencias naturales de humanización. Necesitamos restaurar la confianza en los demás y volver a creer.