
De frente y de perfil
¿Eres asesino o mago? Dime cómo tratas al tiempo…
Hay un crimen atroz del que nadie habla, que ni siquiera se menciona en murmullos, del que nadie se confiesa culpable porque es un delito en el que participamos todos.
Es el pecado del que no nos atrevemos ni a mirar a hurtadillas, el error que más duele: perder el tiempo. Son las indecisiones que nos roban vida, postergación, pereza y neutralidad. Es pausar la vida, apostar por el retroceso, cerrar oportunidades, dejar pasar, rehusarse a actuar.
Son las juntas interminables sin acuerdos, las cartas que no tienen remitente, los “te quiero” falaces, las prerrogativas. Es apostar a la nada, a la irrealización y continuismo. Es la burocracia que no genera soluciones, pero agranda conflictos. Es la inercia que carcome, daña y quema. Es la negación obstinada al armisticio.
Perder el tiempo, aventar en girones la vida al basurero. Ese es el delito.
Arrojar a la nada tu vida, olvidar que escribes tu destino, dejar de ser proactivo, dejar de ser. Perder el tiempo es el delito más triste que te hará olvidar por qué vives y hasta a quien amas. Es un vituperio a ti mismo.
Cada vez que no decidimos, que olvidamos que podemos cambiar la realidad, que callamos cuando debemos hablar, matamos al tiempo.
Cada vez que traicionamos nuestras ideas, que no le damos voz a los propios sentimientos, que olvidamos nuestra misión en la vida y procrastinamos la felicidad, asfixiamos a la vida.
Cada vez que nos recluimos en el miedo, que aceptamos la injusticia, que nos negamos a opinar o aportar lo que sabemos o somos, aniquilamos vida, despedazamos al tiempo.
Pero hay veces que también nos aliamos con el tiempo. Es cuando logramos encontrar los dones en nosotros y en los demás, cuando concluimos satisfechos una tarea, cuando descubrimos otra manera de hacer las tareas cotidianas, cuando encontramos el sentido a situaciones o personas.
Hay momentos en que neutralizamos nuestro asesinato al tiempo. Es al aprender nuevas canciones, admirar las flores, escribir poemas. Es mirar al cielo y saber que está cerca, apostarle a la realización y talento de otros, sonreír al espejo, imaginar y crear.
Venerar la vida, sacralizar el tiempo, es amar, bailar bajo la luna, enseñarle a alguien sus alas, brindar en copas de cristal cortado o en un jarro de barro, venerar el buen nombre de nuestras raíces, sentir compasión.
Hoy que tenemos esta realidad y esta vida no condicionemos ni posterguemos la felicidad. Hoy podemos ser aliados del tiempo. Hoy podemos crear y materializar nuevas realidades. Es el instante de crear, de hacer que perviva el tiempo.