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Juego de ojos
Confiesa. ¿Tú qué buscas?
Buscamos motivos para generar tareas, desarrollar empresas, convivir y hasta amar. Buscamos motivos para vivir y morir. Buscamos alicientes que van más allá de una remuneración o un reconocimiento. Buscamos el sentido de lo que hacemos y de lo que abandonamos.
Y no. No lo encontraremos en este mundo de altibajos, mentiras e ingratitudes. No está en la realidad tridimensional lo que nos genera la sensación de plenitud. No en el espacio físico y sus reglas y políticas. No aquí donde todo se cuantifica.
La eterna pregunta de ¿Por qué estoy aquí? En esta vida, en este mundo, no te lo susurra nadie sino tú mismo, creador de tu propia realidad. Y la respuesta es tan simple que asusta, que te toma desprevenido como un manazo a media noche: estás aquí porque tú lo quisiste, porque deseabas experimentar lo que ahora vives, porque incluso tú elegiste tus circunstancias, dharmas y quimeras.
Querías vivir todo lo que ahora tienes, ser lo que ahora eres. Así que cuando busques un motivo para seguir pregúntatelo a ti. La respuesta ya la tienes.
¿Y qué queremos ahora? mentira que ganar determinado juego o dinero. La respuesta va más allá del velo del ego. Lo que cada uno somos no requerimos que no los recuerde nadie. Ya lo somos. Somos creadores de cada uno de nuestros rasgos de personalidad y físicos. Estamos en la realidad que un día dibujamos. Así, no necesitamos que otros nos digan lo que somos. Ya lo sabemos.
Redundar en la búsqueda del reconocimiento es adentrarnos cada vez más y más en la caverna del ego, una ilusión o una sombra, algo que no dignifica ni vale. La motivación es más radical y enfática. Más “verdadera”. Y esa noción de verdad debe de mirarse con todas las luces y ángulos posibles, pero también perfilarla en la obscuridad más lóbrega. El motivo está en ti. En lo que piensas, lees, sientes.
Está en la música que escuchas, en las canciones que aprendes, en el llanto que no brota, en lo que te acompaña de madrugada, en tus enfermedades y desvelos, en lo que realmente amas, por lo que sueñas y amas.
La motivación eres tú, es tu vida, lo que eres y representas para ti mismo y para el mundo que construiste.
No te forces en ser sólo luz y esplendor. Eres también enigma, magia y obscuridad. Eres todo lo que existe. Todo lo que amas, pero también lo que te llena de miedo. Las oraciones que pronuncias y lo que callas, lo que reconoces y no de ti mismo.
Y sí. Tu motivación, la única, es la que tú piensas ahora. La que construyes en este momento. Y puede ser tan ambigua como una cáscara de nuez o tan plena como la hora que sostengo ahora.
La realidad, tu realidad, la determinas tú. Así que olvida ya pretextos para postergar hacer lo que quieres. Deja de hablar con fantasmas y culpar. Todo lo que tienes, la realidad que apresan ahora tus manos, esa la generaste tú.
Y cada pensamiento es cimiente de una creación nueva. Puedes esculpir belleza, flores y bondad. Amor inmarcesible, caricias nuevas que lleves en la memoria y la piel, pero también puedes fabricar monstruos, angustias o rencores. Tú decides que deseas en tu vida. Sólo tú, que eres el dueño absoluto de tu destino y vida.