Poder y dinero
Putas o santas
El alto contraste mediático nos presenta una realidad bifurcada, falaz y excluyente. Acostumbramos a asumir un maniqueísmo lacerante en todo. Lastimoso porque segrega, etiqueta, corta y humilla. Pero no sólo eso, al acotar personajes y hechos los volvemos blancos y negros sin matices.
Este recurso de polarizar se empleó inicialmente para optimizar las impresiones. Las placas eran tajantes, las características con la opción dual del blanco y negro se maximizaban. Pero esta práctica meramente utilitaria comenzó a recorrer todas las formas de representación, incluso las no plásticas como la escritura. Las historias asumieron sólo dos roles: buenos y malos o vencedores y vencidos.
¿Y en medio? Nada. Se escindió de tajo el abismo. Eras de un bando u otro. Y en esa opción dual se inscribió también la mujer y los arquetipos más radicales, la de puta o santa. La meretriz-amante, la ambiciosa y mala destruye hogares contra la santa, abnegada, misericordiosa esposa-madre.
El modelo que difundió cabalmente la época de oro en el cine mexicano impera en la mente colectiva. La realidad, sin embargo, resquebraja el modelo dual de cómo se concibe a la mujer en México.
Hay de los dos tipos, pero también infinidad de ellos. Existen tantas personalidades como mujeres existen. Cada una es única, como lo es su cúmulo de valores, expectativas, historia…la religión, nivel socio cultural, edad, ingresos y demás no determinan un paradigma de mujer. Una mujer que ahora lucha contra las etiquetas y estigmas.
Y es que ser mujer es más que una idea pobre y estereotipada. Los gustos, inclinaciones, estado civil o creencias no conforman un modelo masificado. Nadie es igual a nadie. Las historias estandarizadas e indiferenciadas no existen. Las mujeres son seres únicos.
No interesa entonces que canonicen a la Madre Teresa y la llamen desde hoy santa. Creo que lo que menos le interesaría a esta mujer asociada a la compasión sería ver que le endilgaron ser santa prácticamente por “decreto”.
Juzgar a la ahora santa por sus errores no aporta nada para enriquecer la concepción tradicional que polariza. La “santidad” no implica perfección, inequívoco o elección de Dios. Es inclinar la balanza hacia lo positivo, hacia aquellas acciones que nos permiten comprender mejor la noción de compasión.
Los detractores de Santa Teresa la tachan de avara y de promover el dolor como expiación a las culpas. Pero sin importar si esto se indaga o no, es válido admitir que la Madre Teresa logró generar una amplia red de bienhechores y simpatizantes a la filantropía.
La Madre Teresa era una mujer trabajadora, tenaz, compasiva. También creyente del amor como dolor. ¿Merecía ser santa entonces?
Aquí vale una reflexión: no es el membrete que te den los otros lo que eres. Tú ya eres todo lo que deseaste siempre, aunque no te nombren o reconozcan. Por eso dudo que la Madre Teresa busque honores en el cielo cuando ella cree más en la bondad y justicia celeste.