Corrupción neoliberal
Al maestro con amor…
Hay profesiones que desaparecen, oficios desgastados, rotos y olvidados.
Vocaciones desvalorizadas, habilidades que nadie nota. Hay carreras que quedan atrapadas en el polvo y el desconcierto. Esto pasa ahora con un vocablo lleno de sabiduría y paradójicamente desestimado: MAESTRO.
Ser maestro es un oficio que implica la humildad de aprender y comprender para enseñar, atisbar veredas no reconocidas para cumplir objetivos, enamorarse de un conocimiento concreto y tratar de seducir con ello. No es fácil ni comprendida esta profesión que demanda entrega y, muchas veces, no sólo es desdeñada ya que incluso es vituperada.
Actualmente el MAESTRO es confundido con el rufián, el que roba camiones, el que bloquea carreteras y se vincula a intereses obscuros. MAESTRO es sinónimo de pillo en la opinión pública. Pero más allá de estar o no de acuerdo con la Reforma Educativa, más allá de mirar que los organismos internacionales pelean por estandarización de conocimientos concretos para el trabajo y desdeñen las ciencias sociales, humanidades, historia y arte, e imponen el sistema de “competencias” sobre otros muchos modelos de aprendizaje, socialmente se lacera al MAESTRO.
Y escribo MAESTRO en mayúsculas porque es tiempo de reconocer que detrás del talento hay alguien que no sólo brindo las bases para lograr ideas sorprendentes, innovadoras y llenas de sentido, sino que inculcó el deseo de observar, interrogar y experimentar. Cimentó el conocimiento.
Cada determinado tiempo, algunas profesiones se ponen de “moda”. No la de Maestro. Él representa una profesión humilde, ejercida “tras bambalinas”, a quien se destinan los presupuestos más nimios e incluso se le pasa por alto y se desestiman sus necesidades, ideas y expectativas.
Maestro, el que lidia con alumnos que se rehúsan a leer, que creen que la investigación es una actividad inútil, que se acostumbran a las respuestas rápidas de Internet y que no cuestionan, porque olvidan vocablos trascendentes como conocimiento y verdad. Maestro, el que se frustra ante la indiferencia y vacío que envuelven a las nuevas generaciones.
Es posible que muchos Maestros decidan retirarse a profesiones menos comprometidas y que les generen mayores reconocimientos e ingresos. Es posible que decidan dar otros cauces más rentables a sus conocimientos, pero algunos permanecerán en un oficio aparentemente gris, lleno de condiciones precarias.
¿Por qué eres Maestro? Cuando lo pregunto pocos responden con evasivas. Todos, sin embargo, tienen un brillo especial en los ojos. Y es que a veces, en medio de la rutina, un alumno muestra puntos de vista diferentes, textos que conmueven, ideas no imaginadas, soluciones llenas de sentido, argumentos sólidos o exhiben una personalidad llena de humanismo y verdad, hay autodescubrimientos… y eso conmueve.
Y el Maestro se llena de luz por dentro y cuando se mira al espejo, de manera silente se dice: Soy Maestro. Y aunque nadie aparentemente responde si lo hace el universo. Aparece una callada reverencia a todo lo logrado. Cada trabajo realizado se llena de sentido. Eso es ser Maestro. Mi reconocimiento para cada uno de ellos. Que siempre tengan un motivo más fuerte que los obstáculos y brechas en el ejercicio más humilde y hermoso del mundo y que es enseñar.