Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
¡Bienvenido diciembre!
Se abre diciembre y con él, la búsqueda más añosa y perdurable: encontrar la felicidad.
Algunos deambulan por un camino al pasado, a la infancia y las celebraciones para encontrar a su familia que ahora vive en el cielo. Otros optan por el placer sensorial y los cinco sentidos resultan limitados para un disfrute que intuyen más con otros planos y no con este Mundo. Hay quien se empecina en hallarla en el anaquel de una tienda, o atarla a un nombre o un logro. Tales sendas son míticas…
Felicidad…no. No se abre como una nuez ni se captura en el aroma de los ponches de frutas. No está en un árbol ni en el brillo de lentejuelas o la luz de las velas. Hay quien dice que está en la transmisión genética, como semilla de buenaventura que a veces se otea en el aire y las más de las ocasiones se pierde…la mercadotecnia se empecina en mostrarla como un “algo” tangible y asequible. A veces como algo inverosímil que necesita postergarse.
Pero diciembre algo tiene. En sus 31 días aparece más cercana la felicidad que en otras épocas del año. Esto va más allá de una cuestión mística o religiosa. Es el mes en el que más nos atrevemos a sonreír y desearle cosas buenas aún a los “extraños”. Es cuando generamos más interacción con los otros y respondemos “estoy bien” con la mayor sinceridad para no preocupar a otros, es cuando nos convertimos, conscientemente o no, en actores de la felicidad. Intuimos o razonamos que ser felices es una decisión.
Pero no basta acceder a ser felices. Deseamos compartir las sensaciones que conllevan la alegría, el júbilo e inclusive una chispa de euforia.
Es un mes de gratitud o consciencia de la fortuna, de la unión familiar y de explayar nuestros deseos de bienestar a todos los seres del mundo, a todas las manifestaciones de vida.
En diciembre sonreímos. En diciembre nos percatamos de que somos felices, aunque no tengamos completas todas las listas de deseos que tenemos. Diciembre, maravilloso diciembre, es el mes en el que nos damos cuenta de que somos todo lo que amamos y tenemos, en este mismo instante, todo lo que deseamos.
Bajo estas certezas nos involucramos más fácilmente con otros y las alegrías de ellos las hacemos también nuestras. Multiplicamos interacciones con los demás, nos volvemos parte de los “todos” y nuestra felicidad se suma a la del mundo.
El ser no es lo que él decide o las circunstancias macroeconómicas y sociales. Es también lo qué es él y las conexiones o relaciones que establece con otros. Su felicidad es de él, pero también de nosotros. Somos más que la suma de los otros. Somos inmensamente más poderosos, sabios y felices al interactuar con otros.
Bendito quien sabe el valor de un amigo, pero más quien lo multiplica y los amigos de los amigos de sus amigos son también propios.
Si Diciembre. Eres el pretexto perfecto para ampliar nuestras redes y hallar a seres felices para que nos imanten de ese destello que convierte lo pusilánime en interesante, lo anodino en extraordinario, lo superficial en trascendente.
Bendito Diciembre, gracias por regresar este año con nosotros. Gracias porque este es un mes en el que soy consciente de la bendición de mis amigos.
Y diciembre, felicidad no es olvidar. Yo cada día tengo presentes a los seres que amo, aunque ahora vivan en el cielo. Y la principal ofrenda de amor que puedo darles es mi propia felicidad.