Teléfono rojo/José Ureña
Eres un ser único
Cada ser es único. Y la relación que entablamos con él también adquiere un halo de unicidad tanto si lo reconocemos o no. Nadie puede sustituirse. Intentarlo es un juego perverso en el que él único que perderá será quien osó creer que otro cuerpo, otra alma, otra vida podrá suplir a quien se fue.
El cuerpo no es una máquina como supone el racionalismo de Descartes. Es un cúmulo de emociones, pensamientos, creencias, historia, cultura, mitos y elementos, órganos y palabras, recuerdos y percepciones. Porque la piel no puede llamarse así si carece de alma. El reto ahora es redescubrir quiénes somos, aún en el reduccionismo corporal, no tan simplista y mecanizado como lo asume la cultura occidental
Sin embargo, alguien que no ha logrado identificarse como un ser único no podrá dar ese valor a los otros. Para él resultará incongruente porque no asume su verdadero carácter. Se siente indiferenciado, masificado, se cree nada. Ignora que es todo o parte sustancial del todo.
Su filosofía de vida entonces se centrará en la conseja popular de “un clavo saca a otro clavo”, como si la sencilla figura de metal representara la personalidad, cuerpo, sueños, filias, historia y vida de alguien.
En una época donde el cuerpo es sólo una forma comercial y no un vehículo de desarrollo espiritual, el ser se cosifica. Planeado para el consumo, el cuerpo pierde la sacralidad que representa la vida misma. Se percibe como un objeto insustancial, carente de sentido y valor en sí mismo. Bajo esta óptica nos volvemos depredadores de vida animal, vegetal y mineral, como si el género humano prevaleciera sobre los otros. Tal percepción, paradójicamente, deshumaniza.
Y así, cuando una tragedia aparece, en lugar de lamentar la muerte misma de otros seres, osamos buscar culpables y plantear al vuelo sanciones, críticas y menoscabar tradiciones, oficios…y vidas.
¿En qué nos hemos convertido cuando no lamentamos la pérdida de la vida y sólo recogemos indiferentes cifras de muertos y heridos?, ¿cuándo perdimos amor y empatía, cuándo se alejó de nosotros la compasión?
Creo que esta indiferencia que ahora nos lacera, esta total deshumanización aparece en el momento en el que desconocemos que el cuerpo es una compleja relación que incluye a la familia, ética, nutrición, valores, moral. Es cuando asumimos que el cuerpo es una madeja de huesos y órganos disociados. Cuando olvidamos que la cáscara está imbuida de emociones, pensamientos, sentimientos. Cuando olvidamos que es alma también. Y más aún, que tiene espíritu.
La materia, así, es un vehículo para permitirnos vivir en armonía con la naturaleza misma, para desarrollarnos como entes espirituales. Sólo asumirlo así nos permite amarnos verdaderamente y amar a los otros.
Buscar la felicidad de todos, de los otros, es un acto de amor a nosotros mismos. Tratar de que nadie sufra es la compasión plena que también nos cobija de misericordia a cada uno y asumir que la verdad y la vida va más allá de lo tangible y corpóreo nos permitirá establecer nexos verdaderos con todos los seres y la vida.
Que mi percepción, la tuya y la de todos nosotros, esté llena de verdad. Que tengamos amor y compasión para colaborar con la naturaleza y la vida.