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Libros de ayer y hoy
La supermujer
Los roles y expectativas de la mujer crecen desmesuradamente. La “liberación femenina” sólo incrementó sus roles y aportaciones sociales. Hoy la mujer debe tener “super poderes”, maximizar sus aportes y logros, destacar más que ninguna, brillar en escenarios disímbolos y cada vez más complejos. Ser mujer en los tiempos de Internet es jamás claudicar, renunciar o fallar.
En la década de los años treinta inició la incorporación masiva de la mujer a la población económicamente activa. Algo previsible si se considera que muchos jefes de familia murieron durante la guerra mundial. Se consideró un éxito que las fábricas admitieran en sus filas a las mujeres. ¿Un logro?
A partir de ese momento inició un fenómeno que se consolida día tras día: a las labores domésticas se suman los roles femeninos de proveedoras. Las labores hogareñas, a las que los hombres destinan un promedio de nueve horas con 36 minutos semanales, las mujeres dedican 42 horas con 36 minutos semanales de acuerdo a estadísticas del Instituto Nacional de la Mujer.
De manera simultánea, los medios masivos de comunicación, Internet y redes sociales tejen paradigmas femeninos inalcanzables: estereotipos de perfección en los roles de profesionistas, madres, esposas, amantes, hijas, hermanas, vecinas, amigas…sin bajar de altísimos tacones, perfectamente maquilladas desde que amanece, con una sonrisa permanente y dispuestas a cumplir las expectativas de otros so pena de convertirse en “una decepción”.
Si antes juzgaron a la mujer que decidió no seguir estereotipos de ser esposa y/o madre, o a la que se atrevió a desafiar al sistema e impuso en el mundo sus propias reglas, hoy es la mujer auténtica a la que condenan.
¿Quién nos enclaustro en una jaula de pasividad permanente, nos cortó las alas y nos impuso el ser obedientes, quién creyó que éramos criaturas decorativas para sonreír y luchar a brazo partido por los demás siempre, que antepondríamos todo para complacer?
No. Somos parte del género humano, y por ende no aceptamos características de género que nos limitan y nos coartan la libertad. No somos raras si deseamos escribir nuestro propio destino, no estamos locas si no nos interesa gustarle a los demás, no somos enfermas si trazamos nuestras propias reglas y no somos extrañas si decidimos vivir nuestros propios sueños.
Ojalá los demás aceptaran que si no comulgamos con sus ideas y aceptamos sus roles y expectativas es que tenemos los propios y a lo mejor no compaginan sus ideales y los nuestros.
La regla número uno para ejercer nuestra libertad es aceptar que como mujer no puedes tener super poderes. Que a veces fallarás y es posible que algunos se sientan desencantados contigo.
Es posible que a veces privilegies algo que te guste realmente por lo que alguien más quiera que realices. Es factible que no despiertes bellísima un día porque te dedicaste a leer toda la noche y también pasa que no siempre antepones los deseos de otros a los tuyos. No debes.
Mujer: para ejercer tu libertad, para ser realmente tú, tienes que ser fiel a ti, a nadie más. Y es posible que en ese momento te despidas de la enorme carga de ser la super mujer que nos imponen los medios de comunicación masiva, las redes sociales, los blogeros y hasta las personas que amas.
Si. Es posible que ante la manifestación de tu yo te caigan epítetos horribles como el que eres “perezosa”, “una decepción” o “una persona sin sueños”. Pero ¿sabés qué? Eso no te va a importar porque serás tú realmente. Y entonces sí, arribará al mundo una Super Mujer.