
Libros der ayer y hoy
Inmensa soledad
La soledad está devaluada. Se asume como fracaso o tristeza, como un defecto que debe paliar el ruido y la diversión. Es, en nuestra sociedad superficial y consumista, la otra cara de la alegría. Es tribulación, vejez y caducidad.
En el mundo de la inmediatez, competitividad y prisa, el éxito se mide por el porcentaje que abarcas de mercado, los activos en tu banco e inclusive el nivel de competitividad que ostentas con los demás.
¿Quién es mejor? El que no se compara con nadie. Quien ya aprendió que siempre habrá mejores y peores que él en cualquier campo. En cambio, si asume la unicidad, preservará por siempre su esencia y autoestima.
Los factores externos del éxito en nuestra sociedad actual, en esta era de la revolución del conocimiento, es qué tienes y qué tantos seguidores/admiradores posees. Las imágenes del despilfarrador rodeado de “amigos”, es un estereotipo plástico pero también de vida. Dinero es igual a compañía.
Esta imagen preconcebida del éxito/ felicidad no corresponde a la “verdad”. La compañía insulsa, carente de sentido y arraigo genera más soledad que el no poder compartir puntos de vista o un abrazo con alguien que nos considera tan importantes como para escucharnos.
Actualmente, la Revolución del Conocimiento asumió, erróneamente, que la interconectividad iba a redundar en una sociedad mejor informada que otras. Y no sólo eso, que se contaría con compañía constante.
La predicción fracaso. Hoy, más que nunca, se muestra que mientras una persona está continuamente conectada en las redes sociales e Internet, mayor soledad presenta. Cambia el mundo real por la ficción virtual.
Y aquí vale un paréntesis: la soledad no es mala, a menos que la atiborres de ansiedad y tristeza. Si se asume como una experiencia de vida, incluso puede ser una metáfora de creatividad y libertad.
Es posible que nunca te hayas percatado de tu propia voz, de los diálogos que entablas contigo, de lo que te confiesas y escondes. Si un día te zambulles en tus propios pensamientos, descubrirás que lo que realmente amas ya está en ti. Y si en un momento decides cambiar, agregar nuevos adjetivos calificativos a tu ser, también lo podrás lograr. Ese es el inmenso caudal de la soledad, tu conectividad con la creación.
La soledad también genera otro don: te hace consciente de la importancia del ser antes que hacer o tener. Ser es redescubrir quién eres, que misión tienes en la vida, qué te hace feliz. El autoconocimiento incidirá en tu propia noción de valía y el nunca negociar tus valores y principios. Te enseñará a ser fiel a ti mismo.
Y si la soledad te enseña a amarte, paradójicamente también te permite amar a los demás. Y generar, así, una narrativa propia de autorrealización y satisfacción propia.
Así, bendita soledad, te paladeo despacio, te abrazo intensamente, te percibo con mis seis sentidos.