Transparencia, el reto de la transición al Inegi y la reforma necesaria
CIUDAD DE MÉXICO, 30 de abril de 2017.- Los aborteros han apostado a lo más fácil: el uso de la violencia y de la mentira para vender la mercancía del aborto como un falso derecho de las mujeres, condenó la Arquidiócesis de México.
A través de su editorial dominical titulada Aborto, crimen abominable, la Iglesia advirtió que el aborto no es un derecho.
«La mujer puede tener derecho sobre su cuerpo, pero el niño que lleva en su vientre no es su cuerpo, es una persona autónoma; por eso, decidir asesinarlo es un crimen abominable, no un derecho», sentenció.
Al recordar que este mes de abril se cumplen diez años de la despenalización del aborto en la Ciudad de México, señaló que, una década después, «lo que pretendía ser una política progresiva para la adecuada aplicación de medidas integrales e informadas sobre la salud de las mujeres, queda muy lejos de sus propósitos, exhibiendo el fracaso que revela lo que es.
Calificó a los abortos como asesinatos de niños inocentes disfrazados de falsos derechos, «pues nadie tiene derecho a disponer de una vida ajena a la suya, nadie tiene derecho a matar, máxime si la víctima es un niño inocente e indefenso, como sucede en el aborto».
La Iglesia criticó que hasta el 20 de abril se habían realizado 176 mil 355 abortos en la Ciudad de México y de esa cifra, el 40 por ciento fueron practicados a mujeres con estudios de nivel medio superior.
Aseguró que las cerrazones jurídicas dicen que niños y niñas en el vientre materno no pueden ser reputados como tales porque habría una indebida atribución de personalidad a la vida prenatal, y la violación de la igualdad de las mujeres, así como su derecho de decisión.
«Todas estas falacias descartan el argumento central de la dignidad de la vida, a costa de falsos derechos de las mujeres que, en resumidas cuentas, serían inexistentes al considerar al ser humano en el vientre materno como persona».
Comparó el aborto con la situación actual de violencia y las imágenes de los cuerpos desmembrados y descuartizados, consecuencia de la dramática realidad de los habitantes del país.
«Esa violencia la padecemos, y queremos su fin quienes podemos manifestarnos haciendo protestas y dialogando con los funcionarios, diputados y senadores, obligados a legislar por la seguridad y el respeto a los derechos humanos, pero la ambivalencia e hipocresía de políticos, activistas, defensores del aborto e intérpretes del derecho, protegen la rentabilidad de una industria inmoral y asesina que gana millones de pesos bajo la máscara de irreales bondades para tolerar “violencias y males menores” que no se publican en los periódicos, ni son notas de escándalo en medios de comunicación».