ACENTO: Ebrard deja una Ciudad vejada

05 de diciembre de 2012
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11:48
Salvador Flores

“Nos vamos con gusto porque cumplimos” dijo Marcelo Ebrard el último día de su mandato, a tres de que anarquistas criminales atacaron a policías y  personas, destrozaron monumentos y edificios, y él desoyó sus amenazas, cuando su deber principal era velar por la seguridad e integridad de los capitalinos.

Líderes sociales, especialistas y legisladores concluyen que deja impunidad y corrupción, 200 mil juicios laborales pendientes, una deuda superior a 60 mil millones, construcciones que causarán graves problemas por falta de agua, drenaje, luz y vialidades en todos los rumbos de la urbe y listas de promesas incumplidas.

El contratismo fue una de sus debilidades: agentes inmobiliarios, agencias de publicidad, amigos y parientes fueron favorecidos con infinidad de obras, además la corrupción e impunidad –que prometió terminar- incrustadas en todas las áreas del gobierno.

El gran contratista de Marcelo es Enrique Gómez Orozco; hay denuncias contra amigos y familiares, como los empresarios Ricardo Vega y William Karam, que instalan parquímetros, y la agencia de publicidad que maneja el programa Ecobici, que no rindió cuentas claras.

Del 2006 a la fecha la deuda del GDF creció -dice el presidente de la Comisión de Hacienda de la Asamblea Legislativa, Héctor Saúl Téllez Hernández- un 35%.

Jamás llegó el dinero destinado a regenerar Xochimilco, declarado Patrimonio de la Humanidad: los canales están putrefactos, al 95% de los árboles ahuejotes los carcome el muérdago y las zonas chinampera y cerril fueron invadidas por grupos del PRD, sobre todo de René Bejarano y los Pantoja.

No prosperan cientos de denuncias penales contra ellos, comentó Eduardo Gómez Sánchez, del Patronato Autónomo de Xochimilco.

Para Manuel Fuentes, consejero de la Comisión de Derechos Humanos del DF, el rezago laboral es infinito, y Ebrard incumplió la recomendación de dicha comisión de resolver más de 200 mil juicios desde hace ocho años.

“Habló en favor de la ciudad, pero se olvidó de los trabajadores”.

En la colonia Condesa (allí vivió Marcelo, hasta hace poco) la constructora Baita erige un edificio de 15 pisos, donde sólo se permiten 4, en Zamora 72, casi esquina con Juan Escutia, y provocó un socavón que dañó construcciones, a cuyos dueños la desarrolladora inmobiliaria no les pagó los daños.

Lucinda Gil Cervantes, coordinadora del Comité Ciudadano Condesa, dice que no han valido quejas, oficios, plantones y entrevistas con las autoridades para defender las propiedades privadas que afectan los constructores, porque están apoyados por el jefe de gobierno saliente.

René Jiménez Ornelas, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, sostiene que los capitalinos “nos sentimos inseguros, porque no se terminó con los pilares elementales de la inseguridad: corrupción e impunidad”.

En la policía no se acabó con los enclaves corruptos, porque no se terminó la restructuración, y la gente no denuncia los delitos, por miedo.

Como estará la cosa que el secretario de Gobierno del DF, Héctor Serrano sugirió a una Comisión Investigadora de la Asamblea Legislativa, encabezada por la diputada Olivia Garza, no ir al Reclusorio Oriente, porque no podía garantizar la seguridad de los legisladores, y mejor fueron al Reclusorio Sur.

Esta es una pincelada de la herencia que Ebrard le deja a Miguel Ángel Mancera, y aún quiso enjaretarle a su esposa Rosalinda Bueso, de secretaria de Turismo; a su operador de grandes contratos, Enrique Gómez Orozco de director del Metro, y a Marcela Gómez Salce de directora de la Televisora del GDF.

En lo político, Marcelo fue antidemocrático: controló férreamente la Asamblea Legislativa, el Instituto y Tribunal Electorales, apoyó con dinero a los candidatos el PRD y dio al traste con los consejos vecinales de las delegaciones, pues impuso a sus líderes para que hicieran su juego y no el del interés de los ciudadanos.

Sale con un tufo de complicidad en los disturbios anarquistas del 1 de diciembre, pues desatendió los avisos de que ocurrirían, criticó el cerco de seguridad en torno a la Cámara de Diputados y tardó en ordenar la intervención de la policía para frenarlos.

Criticó los excesos de los vándalos, sobre todo contra la Alameda Central y el Hemiciclo a Juárez, que acababa de restaurar, pero dijo públicamente que habría que probarles sus delitos, aunque fueron detenidos en flagrancia; señal de que frenaría la acción de la justicia contra ellos.

Casi igual que el Peje, quien, a la hora de los disturbios, exigía que la policía no los atacara, por ser el responsable político del vandalismo, pues siembra la violencia entre los mexicanos.

Incluso se vio a adeptos suyos, como a Ignacio del Valle, líder de Atenco, incendiar una gasolinera por el Palacio Legislativo, el 1 de diciembre.

Por lo demás Marcelo no frenó, sino protegió con la policía al SME, Panchos Villas, Atencos y otros grupos subversivos, que tomaron con frecuencia al DF como su campo delincuencial, sin importar que agredieran a personas, dependencias y edificios.

Porque no quería enemistarse con el Peje, que no lo dejará ser el candidato presidencial de la izquierda en 2018 y, si quiere seguir en política, tendrá que volver a plegársele.

“Yo creo que a la ciudad  le dejamos la confianza en sí misma, de una ciudad que era el patito feo a una que ahora es punto de referencia para todo el mundo”, se atrevió a afirmar quien, por arte de magia, logró presidir la Comisión de Ciudades Seguras de la ONU y dictará cátedra de seguridad por todo el orbe.

Buenos augurios para Miguel Ángel Mancera Espinoza y el DF.

QMX/sfl

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