Libros de ayer y hoy
Los coordinadores legislativos priístas, Gamboa Patrón y Beltrones ya le habían echado la bendición a la iniciativa preferente de reforma laboral del presidente Calderón, y el presidente electo Peña Nieto los hizo retroceder.
En buena parte por la cortesía con que Felipe colabora con Enrique en la transición, pese a ser de partidos opuestos, y quizá para evitar crezca la idea entre algunos panistas para que ni sus diputados ni senadores asistan a la toma de posesión presidencial el 1 de diciembre.
Los colmilludos líderes camerales priístas le fallaron esta vez a Peña, y trascendió que al menos Gamboa se llevó fuerte llamada de atención por inventar que Enrique presentaría su proyecto propio de reforma laboral.
Ante esto, saltó de inmediato Navarrete Prida, encargado del tema obrero en el equipo de transición del mexiquense y desmintió al yucateco.
Político más zorro, Beltrones dijo no saber de tal proyecto, cuando le preguntaron; pero ya había sentenciado a mejor vida la reforma laboral calderonista.
Sí habrá reforma laboral, indicó, pero cuando Calderón ya esté lejos, dedicado a otros menesteres; o sea, cuando no se piense que su iniciativa triunfó, sino la adosada por los priístas de la mano del presidente electo.
Empero, tuvo que enmendar y anunciar (por instrucción de Peña Nieto) que la propuesta de Calderón, “sin egoísmos ni vanidades”, pronto la aprobarán los diputados tal vez la misma semana que viene, pasado el puente de Muertos.
Los coordinadores, pues, recibieron instrucciones, no un tapón como el de Luis Videgaray, jefe del equipo peñista, al Peje, por propalar mendazmente, como suele hacerlo, que Peña quiere aumentar el IVA del 16 al 24%.
Lo que es andar ansioso de candilejas, pues las que hoy recibe las dilapida en trampas con que celebra asambleas de su proyecto de partido Morena, al imponer por doquier a incondicionales, pisoteando la democracia, como es su especialidad.
Peña Nieto demostró su casta de agradecido con Calderón, quien lo ha recibido cinco veces para explicar todo lo de la sucesión y ordenó a sus colaboradores hagan lo propio con los del presidente electo.
Le cedió el avión presidencial TP 01 para el viaje a Europa, cerró la compra del nuevo, porque el actual puede traer pronto riesgos, pese a su mantenimiento riguroso, pues Miguel de la Madrid lo estrenó el 26 de octubre de 1988, a casi un mes de entregar el cargo, en un viaje a Montevideo y Punta del Este (Uruguay) y a La Habana.
Es asunto de seguridad nacional.
(Pero algunos izquierdosos clamaban que los 180 millones que costará dicho avión deberían destinarse a los pobres; mismo pretexto que Judas Iscariote invocó cuando una mujer derramó un líquido precioso en los pies de Jesús).
Es más, con más de un mes de antelación desalojó con su familia la residencia oficial de Los Pinos, para que Peña y la suya realicen las adecuaciones pertinentes para habitarla.
Puede hasta haber quienes digan que Calderón extremó su cortesía con Peña; eso sí sentó un precedente de civilidad política, nunca vista entre nosotros.
Como pagar es corresponder, Peña no dejó que sus líderes legislativos lanzaran todo el peso de su partidarismo para enviar a la congeladora la reforma laboral y la Ley General de Contabilidad Gubernamental, las iniciativas preferentes que su antecesor envió al Congreso.
Las dos saldrán adelante, no importa su sello calderoniano, y Felipe no se quedará colgado de la pluma para firmarlas y ordenar su promulgación.
Quizá influyó el bloque opositor que fraguaron los líderes del PAN-PRD-Movimiento Ciudadano para defender la reforma laboral, por la que sus bancadas se unieron en el Senado y con las otras dos de izquierda.
En un chico rato eso podía desembocar en inasistencia de los legisladores de esas fracciones a la protesta del nuevo presidente, y ni él ni México merecen un espectáculo como el que los incondicionales del Peje dieron hace 6 años.
A otras fieras con esos circos.
En buen romance o como dicen en mi pueblo: Peña Nieto le jaló las orejas a Gamboa Patrón y bajó de su caballo acelerado a Beltrones.
QMX/sfl