ACTA PÚBLICA: El síndrome del poder perdido

26 de noviembre de 2012
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Claudia Rodríguez

“El poder en muchos individuos que lo ejercen, es el medio más efectivo para satisfacer sus egos, sin importarles las consecuencias que producirán los actos realizados, al vivir en una realidad artificial como aspirando ser eternos, a imagen y semejanza de los dioses del Olimpo, pero de carne y hueso.”

“Al igual que las drogas ilícitas el poder genera adicción, cuando se lo pierde o comienza a evaporarse ante un estado de anarquía, gestada por la falta de idoneidad para una gestión al menos medianamente exitosa, se ingresa en una crisis de abstinencia al igual que la sufrida por todos los adictos. En esta etapa los errores se suceden uno tras otro, adoptándose posturas estereotipadas que aceleran el final del otrora invulnerable e inmaculado líder, convirtiéndolo en un simple mortal, no quedándole otra alternativa que retirarse a su domicilio, o tal vez a la cárcel.”

Lo anterior no fue escrito por un hombre de letras en estricto, sino por un administrador, quien declara además que su corazón es de la aeronáutica; él es el argentino Carlos Willus.

El poder político para empezar no debe concebirse como eterno porque por arriba de este a querer o no, siempre estará el poder generacional de a quienes se gobierna o administra.

Todos aquellos que emprenden un capítulo de poder político, deberían saber que este no es un camino plano, sino que tiene una etapa de ascenso y otra de descenso y que justo en la parte final, se debe tomar el declive con la mayor elegancia y prudencia posible.  Luego de enterarse de lo anterior, los políticos además deberían intentar aplicarlo.

El poder político es una vestimenta que no es propia.  Es como un disfraz que debe lucirse con dignidad y compromiso, porque no cualquiera puede aspirar a calzar un número que no le quede.

Hoy el señor Felipe Calderón se encuentra soltando las últimas piezas del traje de primer político de este país y todo indica que sigue queriendo las reverencias aunque no las responsabilidades que atraía al portarlo.

Hay quienes incluso, ya ni siquiera cuentan en el cargo a Calderón, pese a que seguro el disfruta con angustia las últimas inclinaciones de cabeza a su paso.

El síndrome del poder perdido para alguien que deja la silla presidencial debe ser muy doloroso, más aún cuando se percibe que la gran mayoría sobre quien se pensó ejercer el poder prestado, califica la “actuación” de regular a mala.

Acta Divina…El jueves pasado, el presidente Felipe Calderón presentó  una iniciativa de reforma constitucional para cambiar el nombre oficial del país, que no es México, como todo el mundo lo conoce, sino Estados Unidos Mexicanos: “Los mexicanos aquí, en México y en cualquier parte del mundo que nos encontremos, nos referimos a la patria como México. Así, nada más. Así de sonoro y así de hermoso es el nombre de nuestro gran país”.

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QMX/cr

 

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