El presupuesto es un laberinto
@guerrerochipres
La cultura machista ha normalizado que ciertas miradas y determinadas palabras inapropiadas habiten todos los espacios de interacción social. Basta conversar con nuestras hijas, compañeras y amigas para saber que les pasa en un restaurante y en la oficina, en el transporte público y las entrevistas de trabajo. Son agresiones, se llaman acoso y es tiempo de nombrarlo para detenerlo.
Una mirada o las palabras pueden dañar tanto como un golpe. Aunque muchos no lo reconozcan, o se nieguen a verlo, hay formas de violencia de género que se presentan de manera impunemente cotidiana en todo el mundo.
Empoderar mujeres a nivel individual y sus colectivas, desde su propio centro, en diálogo con agendas más amplias que incluso el muy amplio campo del feminismo —los feminismos—, es central para romper con las estructuras patriarcales que persisten.
Acercar espacios de atención empática para procesar las emociones de las mujeres, acosadas, abusadas o en riesgo feminicida y enfrentar en cualquier ámbito a sus agresores complementa en esa construcción y debe motivar para reportar las violencias.
Los reportes que el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México recibe, en la Línea de Seguridad y Chat de Confianza 55 5533 5533, por acoso sexual aumentaron 104% el año pasado en comparación con el 2020. El 96% de las víctimas son mujeres y más de la mitad tiene entre 12 y 30 años.
Una de cada seis fue victimizada en su trabajo, por compañeros o jefes y por medio de miradas lascivas, comentarios e insinuaciones de índole sexual o acercamientos o tocamientos sexualizados.
Ante esa realidad, desde el gobierno federal ya se trabaja en la creación de un código de ética que prohíba esas expresiones e impulse un lenguaje incluyente y no sexista.
La propuesta de la Secretaría de la Función Pública instruye a evitar piropos, preguntas sobre la vida sexual, espiar a compañeras y compañeros en los baños o cuestionar sobre fantasías o preferencias sexuales.
Los funcionarios públicos no deberán exhibir o enviar mensajes, fotos o videos con imágenes sexuales no solicitadas ni deberán mostrar partes íntimas del cuerpo a una o varias personas.
El trabajo, las oficinas y escuelas son espacios donde las violencias subsisten, escondidas en bromas o pláticas aparentemente inofensivas. Visibilizar y establecer herramientas de protección, como el código de ética, son grandes avances y deben ser la base para la erradicación de conductas y pactos que solapan esas miradas y palabras que dañan.
Salvador Guerrero Chiprés es Presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México