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CIUDAD DE MÉXICO, 9 de abril de 2022.- La agricultura, ganadería y turismo masivo, son los principales peligros que se ciernen sobre los humedales en México que, pese a su importancia, están amenazados hace décadas, y su modificación o destrucción es terrible.
Así lo consideró Pedro Ramírez García Armora, del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, quien destaca que los servicios ambientales que prestan estos ecosistemas son innumerables.
Algunos estudios (2019) señalan que México cuenta con seis mil 331 complejos de humedales, de los cuales 142 son considerados de importancia internacional; sin embargo, a la fecha se ha perdido el 62 por ciento.
A esa problemática se suma la contaminación y el uso de herbicidas, insecticidas y nutrientes artificiales que se utilizan para favorecer cultivos, además de la deforestación y el cambio climático que provoca diversos fenómenos como deshielos, asolvamiento de humedales y, en general, el aumento del nivel del mar, abundó el integrante del Laboratorio de Vegetación Acuática.
De acuerdo con información de la Convención sobre los Humedales, publicada el 15 de diciembre pasado, se perdió 35 por ciento de su extensión mundial de 1970 a esa fecha y desaparecen tres veces más rápido que los bosques, lo que redunda en que más de una cuarta parte de las especies que ahí habitan estén amenazadas de extinción.
De las 142 zonas de importancia internacional mencionadas con que cuenta nuestro país, equivalentes a una superficie total de ocho millones 657 mil 57 hectáreas, 80 se relacionan con 69 áreas naturales protegidas de carácter federal; se trata de una de las naciones con más “sitios Ramsar” (nombre que refiere a la ciudad iraní donde se firmó la Convención sobre los Humedales, en 1971).
Esas áreas terrestres saturadas o inundadas de agua de manera estacional o permanente se encuentran en casi todo el planeta, y son continentales –como acuíferos, lagos, ríos, arroyos, marismas, turberas, lagunas, llanuras de inundación y pantanos– y costeros (marismas de agua salada, estuarios, albuferas o lagunas litorales, praderas de pastos marinos, manglares y arrecifes coralinos). Por ejemplo, “nuestro país ocupa el cuarto lugar mundial por la importancia de sus manglares, y el segundo en América, sólo después de Brasil”, explicó Ramírez García Armora.
Grandes beneficios
Los servicios ambientales que prestan estos ecosistemas son innumerables; son el hogar para infinidad de especies de flora y fauna, funcionan como vasos reguladores y así evitan las inundaciones; además, filtran el agua que llega al manto freático. De igual manera, ofrecen alimentos a través de la caza y la pesca, y hasta materiales para construcción. También son de relevancia para el sector turismo, señaló el académico.
Los humedales, añadió Ramírez García Armora, son “trampas” de materia orgánica y contribuyen a la formación de suelo, y frente al cambio climático, sobre todo los manglares, marismas y praderas de pastos marinos, coadyuvan a la captura de carbono, que de ese modo ya no alcanza a la atmósfera; “secuestran” bióxido de carbono hasta 55 veces más rápido que los bosques tropicales. También juegan un papel importante en la disponibilidad de agua dulce.
Prestan servicios inigualables en materia de mitigación del cambio climático y adaptación a este, biodiversidad y salud humana, por un valor de más de 47.4 billones de dólares al año, y su degradación supone un riesgo para la vida y los medios de subsistencia del ser humano, recalca la Convención a propósito de la publicación del documento La nueva perspectiva mundial sobre los humedales: Edición especial de 2021.
El informe muestra que la gestión inadecuada ha incrementado las tasas de escasez de agua, saneamiento deficiente y enfermedades transmitidas por el vital líquido, lo que contribuye a millones de muertes cada año. Protegerlos y garantizar su uso sustentable es crucial para el desarrollo sostenible.
En nuestro país, detalló Ramírez García Armora, la reforma al artículo 27 Constitucional (1992) que permitió la venta de suelo ejidal y comunal, proyectó la amenaza para los ecosistemas incluyendo los humedales que ofrecían riberas y playas para el desarrollo portuario y urbano hotelero. A ello se sumó la agricultura y ganadería extensiva.
Aunque se ha avanzado en el desarrollo de una secuencia constante de estudios y creación de instituciones, como la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, “es necesario hacer más”. Las instancias, por lo general, trabajan cada una por su lado, cuando debería existir una política o programas a escala nacional que involucren también a las universidades estatales; proteger esos hábitats debería ser una prioridad nacional.
Ya existe el Inventario Nacional de Humedales, a cargo de la Comisión Nacional del Agua, el cual debe actualizarse cada lustro porque se trata de sistemas dinámicos; también es necesario mayor difusión de estos sitios y sensibilizar más a los tomadores de decisiones para que instrumenten políticas de largo plazo, consideró el experto universitario.
Hay que mejorar la formación de los profesores de nivel básico, mostrar a la población, a partir de la infancia, la importancia de una hormiga, un reptil, un mamífero o cualquier otro organismo. “En algunos sitios cazan por diversión. Por eso, la educación debe incluir no sólo a los infantes de las grandes ciudades, sino a los de zonas rurales y que todos tengan en mente el cuidado y protección de la biodiversidad, no tirar basura a los ríos y lagunas, etcétera”.
Estamos a tiempo de rescatar los humedales y en la Universidad tenemos expertos que pueden hacer grandes aportaciones a la divulgación del conocimiento; debemos acercar ese saber a las comunidades rurales, a los pescadores, guías de turistas y lugareños, para que a su vez compartan la información con los visitantes de cada lugar, finalizó Ramírez García Armora.