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Muere el papa francisco: un latinoamericano que marcó el alma del catolicismo
El Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, falleció la mañana de este lunes a los 88 años, dejando un legado de humanidad y justicia social tras 12 años de papado. Desde su Buenos Aires natal hasta el Vaticano, transformó la Iglesia con su visión pastoral, enfrentando escándalos, abogando por los pobres y promoviendo el diálogo global. Su visita a México en 2016 y encíclicas como Laudato Si’ marcaron su compromiso con los marginados y el planeta. Hoy, el mundo llora su partida
Alberto Carbot
Este lunes, a las 7:35 de la mañana hora de Roma —00:35 hora de México—, el mundo católico se despertó con el anuncio del fallecimiento del Papa Francisco, a los 88 años en la Casa Santa Marta del Vaticano, tras una lucha de semanas contra una neumonía bilateral que lo debilitó al extremo. El anuncio estuvo a cargo del cardenal camarlengo Kevin Joseph Farrell.
La muerte de Jorge Mario Bergoglio fue anunciada por el Vaticano en una declaración sobria, marcando el fin de un papado de 12 años que transformó a la Iglesia Católica con una visión más humana y pastoral.
Bergoglio fue el primer Papa latinoamericano, procedente de Buenos Aires, Argentina, donde nació el 17 de diciembre de 1936. Hijo de inmigrantes italianos, creció en un barrio humilde, rodeado del fervor religioso y las luchas cotidianas de su pueblo. Esa raíz latinoamericana, impregnada de un sentido profundo de justicia social, definió su pontificado.
Desde su elección el 13 de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, él rompió moldes. Fue también el primer jesuita en ocupar el trono de San Pedro, el primer Papa del hemisferio sur y el primero no europeo desde Gregorio III en el siglo VIII. Su llegada al Vaticano significó una promesa de cambio en una institución marcada por escándalos y rigidez. Él lo sabía: la Iglesia necesitaba retomar el rumbo.
Su nombre, Francisco, no fue casualidad. Inspirado por San Francisco de Asís, el santo de los pobres y la simplicidad, Bergoglio quiso una Iglesia que fuera más hospital de campaña que palacio. Rechazó los lujos tradicionales del papado: cambió los apartamentos pontificios por una modesta suite en la Casa Santa Marta y prefirió un Fiat 500 a los vehículos blindados. Su humildad no era una pose, sino su verdadera naturaleza.
Francisco asumió el papado en un momento crítico. La Iglesia enfrentaba las secuelas del escándalo Vatileaks, que expuso corrupción en el Vaticano, y una crisis creciente por los casos de abuso sexual infantil. El escándalo, que estalló en 2012, marcó un capítulo oscuro para el Vaticano, exponiendo una red de corrupción y filtraciones dentro de la Santa Sede. Documentos confidenciales, robados por el mayordomo de Benedicto XVI, Paolo Gabriele, revelaron intrigas financieras, luchas de poder y manejos turbios en la Curia, como sobornos y favoritismos. La filtración, publicada en medios italianos, mostró una Iglesia sumida en el caos administrativo, lo que erosionó la confianza pública y presionó la renuncia de Benedicto XVI en 2013, un contexto que Francisco heredó al asumir el papado.
Sin embargo, él enfrentó estos desafíos con determinación silenciosa. En 2024, calificó los abusos como una «mancha en el legado de la Iglesia», exigiendo reformas y tolerancia cero hacia los encubrimientos.
Su origen latinoamericano lo hizo un puente entre el norte y el sur global. Hablaba con la autoridad de quien había visto la pobreza de cerca, y había caminado por las ciudades perdidas y focos de miseria de Buenos Aires. En sus discursos, resonaba el dolor de los marginados. «Una fe que no se ensucia las manos no es fe», dijo alguna vez, recordando a los obispos que el Evangelio no se predica desde un escritorio.
El proceso de sucesión
Kevin Joseph Farrell Farrell, el cardenal camarlengo será el encargado de administrar los bienes y las funciones temporales de la Santa Sede durante el periodo de sede vacante, es decir, tras la muerte o renuncia de un Papa, hasta la elección de su sucesor. Será quienorganice el funeral del Papa, prepare el cónclave y garantice la continuidad administrativa del Vaticano, sin intervenir en decisiones doctrinales
El proceso de elección se llevará a cabo en la Capilla Sixtina, donde los cardenales electores —138 de los 252 actuales, según las reglas de enero de 2025—, se reunirán entre 15 y 20 días después de la muerte de Francisco. Aislados del mundo exterior, votarán cuatro veces al día hasta que un candidato obtenga una mayoría de dos tercios más uno. Si no hay elección tras 13 días, se realizará una votación final entre los dos candidatos más votados.
La elección culminará con el tradicional humo blanco saliendo de la chimenea de la Capilla Sixtina, seguido del anuncio «Habemus Papam» desde el balcón de San Pedro. El proceso, según expertos vaticanos, suele durar entre dos y tres semanas, dependiendo de la claridad del consenso entre los cardenales. La ausencia de contacto con el exterior garantiza un proceso libre de influencias, un ritual que data de siglos.
Entre los candidatos más viables para suceder a Francisco, según analistas cercanos al Vaticano, destaca el cardenal Pietro Parolin, italiano de 70 años y actual secretario de Estado. Considerado un moderado, Parolin ha sido clave en la diplomacia vaticana, mediando acuerdos como el de China en 2018. Su perfil diplomático lo hace un favorito para continuar el legado de Francisco, aunque con un enfoque más cauto.
Otro candidato fuerte es el cardenal Luis Antonio Tagle, filipino de 67 años, conocido como el «Papa Francisco asiático» por su carisma y visión progresista. Tagle, prefecto de la sección de evangelización del Dicasterio para la Evangelización, sería el primer Papa asiático, un logro para una Iglesia que crece en el sur global. Sin embargo, algunos ven su cercanía ideológica a Francisco como una desventaja en un cónclave que podría buscar un cambio.
El cardenal Péter Erdő, húngaro de 72 años, representa una opción más conservadora. Expresidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, Erdő tiene apoyo entre los cardenales africanos y europeos, pero su oposición a temas como la comunión para divorciados y su postura dura sobre los refugiados podrían polarizar al cónclave. Su relación con líderes como Viktor Orbán lo hace un candidato atractivo para sectores tradicionales.
También se menciona al cardenal Fridolin Ambongo Besungu, de 65 años, de la República Democrática del Congo. Si fuera elegido, sería el primer Papa africano, reflejando el crecimiento del catolicismo en África. Sin embargo, su rechazo a la doctrina Fiducia Supplicans, que permite bendiciones a parejas del mismo sexo, lo posiciona como una voz conservadora, lo que podría limitar su apoyo entre los cardenales más progresistas.
Su impacto en la política internacional
Durante su papado, Francisco tuvo un fuerte impacto en la diplomacia internacional. En 2014, medió para restablecer relaciones entre Estados Unidos y Cuba, un logro que le valió el reconocimiento mundial. En 2018, negoció un acuerdo con China para regular el nombramiento de obispos, un paso controversial pero pragmático para acercar a los católicos chinos a Roma. También abogó por los migrantes y criticó el populismo de derecha.
En 2022, viajó a Canadá para pedir perdón por el papel de la Iglesia en el «genocidio cultural» de los pueblos indígenas, un acto que marcó un precedente. «Pido perdón por el mal cometido por tantos cristianos», dijo frente a sobrevivientes de las escuelas residenciales. Fue un gesto que mostró su capacidad para enfrentar las heridas del pasado con sinceridad.
Francisco también fue un defensor del medio ambiente. Su encíclica Laudato Si’, —su segunda circular oficial dirigida a los obispos, clérigos y fieles católicos, para abordar temas doctrinales, morales, sociales o pastorales, publicada el 18 de junio de 2015, y redactada con la ayuda del cardenal ganés Peter Turkson—, llamó a la acción contra el cambio climático. El título, que en latín significa «Alabado seas», proviene del Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís. Subtitulada Sobre el cuidado de la casa común, denuncia el cambio climático, la desigualdad y el consumismo, abogando por una «ecología integral» que combine justicia social y cuidado ambiental. «La tierra es nuestra casa común», afirmó, urgiendo a los líderes mundiales a actuar. Este documento trasciende lo religioso y posicionó a la Iglesia como líder en la lucha climática.
Su apertura hacia las minorías marcó otro punto importante. Abogó por la despenalización de la homosexualidad y pidió a la Iglesia ser más inclusiva con las personas LGBTQ+. «Dios no rechaza a nadie», dijo en 2016. Sin embargo, esta postura generó tensiones con otros sectores, que lo acusaron de diluir la doctrina.
Francisco convocó al Sínodo (asamblea) sobre la Sinodalidad, descrito como el evento más importante de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II. Se trata de un proceso que busca transformar la manera en que la Iglesia dialoga y toma decisiones. Dividido en fases (local, continental y universal), involucró a obispos, sacerdotes, laicos e incluso a no católicos, para reflexionar sobre cómo «caminar juntos» en una Iglesia más participativa y menos jerárquica. Su primera sesión tuvo lugar en octubre de 2023, y la segunda en octubre de 2024, enfocándose en temas como la inclusión de mujeres, la escucha a los marginados y la corresponsabilidad de los laicos.
En México, su visita del 12 al 18 de febrero de 2016 fue un acontecimiento que marcó al país. Habló contra la corrupción y la violencia, urgiendo a los obispos a no ser «príncipes», sino pastores. Su amor por la Virgen de Guadalupe lo conectó con el pueblo mexicano. En su primer discurso, en el Palacio Nacional, habló sin rodeos frente al presidente Enrique Peña Nieto y líderes políticos, advirtiendo que «la experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción».
Durante su estancia, Francisco visitó lugares simbólicos que reflejaban los desafíos del país. En Ecatepec, una de las zonas más pobres y violentas del Estado de México, celebró una misa multitudinaria ante más de 300 mil personas, donde condenó la cultura del descarte y pidió a los mexicanos construir «una tierra que no tenga que llorarse». En Chiapas, en San Cristóbal de las Casas, se reunió con comunidades indígenas y pidió perdón por los abusos históricos contra ellos, un gesto que conmovió a los presentes. Su encuentro con la Virgen de Guadalupe, a quien dedicó una misa en la Basílica, mostró su devoción mariana, arrodillándose en silencio ante la imagen.
El viaje también llevó a Francisco a Morelia, donde se dirigió a los jóvenes, animándolos a no ceder al narcotráfico ni a la desesperanza, y a Ciudad Juárez, una ciudad marcada por la violencia y la migración. Allí, frente a la frontera con Estados Unidos, celebró una misa binacional que unió a fieles de ambos lados del Río Bravo, denunciando la indiferencia hacia los migrantes. «No más muerte ni explotación», clamó, envuelto en una sencilla casulla blanca.
La huella del Papa Francisco durante su pontificado
Entre sus principales logros, se pueden enumerar: la reforma de las finanzas vaticanas para combatir la corrupción; la mediación en conflictos internacionales como el de Cuba y Estados Unidos; la defensa de los migrantes, a quienes llamó «un deber de civilización»; su circular, encíclica Laudato Si’; y su pedido de perdón por los abusos históricos, desde Canadá hasta Irlanda.
Su trabajo pastoral será recordado. Al decir de analistas, Francisco dejó una Iglesia más humana y menos encerrada en sí misma. Abrió puertas al diálogo con otras religiones, promovió la justicia social y puso a los pobres en el centro del mensaje cristiano. Su legado será el de un pastor que, con su raíz latinoamericana, enseñó a la Iglesia a mirar al mundo con los ojos de los humildes.
Sin embargo, su papado no estuvo exento de críticas. Los sectores conservadores lo acusaron de ser demasiado progresista, especialmente por su apertura a los divorciados y a la comunidad LGBTQ+. Otros señalaron que sus reformas financieras no fueron suficientes para erradicar la corrupción en el Vaticano. Francisco, consciente de estas tensiones, solía responder con una sonrisa: «Rezo por mis críticos, porque también son hijos de Dios».
Un adiós cercano al pueblo
La noticia de su muerte ha conmocionado al mundo. En la Plaza de San Pedro, los fieles se han congregado para rendirle homenaje. Su cuerpo será trasladado a la Basílica para que el público pueda despedirse, un deseo que él mismo expresó, queriendo un adiós cercano a su pueblo.
Francisco pidió ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, cerca de su amada imagen de la Madonna, en un sencillo ataúd de madera. En 2024, había simplificado los ritos funerarios papales, rechazando el tradicional triple féretro de ciprés, plomo y roble. Su funeral, que se espera sea en la Plaza de San Pedro, se realizará entre el 25 y 27 de abril, según lo estipulado por las normas vaticanas.
El Papa argentino deja un vacío difícil de llenar. Su voz llevó a la Iglesia a los márgenes, donde habitan los olvidados. En América Latina, su tierra natal, se le recuerda como un profeta que dio voz a los pobres. «La Iglesia debe ser madre, no juez», decía, un principio que guio cada uno de sus pasos.
Su muerte coincide con un momento de incertidumbre global. Su partida, en plena Pascua, evoca el simbolismo de la resurrección. Mientras los cardenales se preparan para elegir a su sucesor, el mundo observa, preguntándose si el próximo Papa podrá encarnar la misma humanidad que él mostró.
Francisco se mantuvo lejano de monumentos y alabanzas, y quiso ser recordado como un pastor, no como un rey. En su última audiencia pública, semanas antes de su muerte, dejó un mensaje que bien pudo ser su testamento: «No tengan miedo de amar, porque el amor es el único camino».