Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Rosario Castellanos, comiteca de corazón
Jorge Herrera Valenzuela
Al oír el nombre de Rosario Castellanos, hago una respetuosa reverencia y me pongo de pie.
No tuve oportunidad de conocerla personalmente, pero en la Preparatoria mi maestro Vicente Magdaleno, en su clase de literatura nos hizo conocer a la poetisa de quien Lolita Castro escribió: “fue quien dio voz, en medio del ruido ensordecedor, a los indígenas, las mujeres y los pobres” y “a los escritores de su tiempo, un ejemplo de cómo practicar todos los géneros literarios con maestría”.
He leído una síntesis del libro redactado por la escritora y poetisa Marina Azuela Herrera. “Ocho Mujeres” es una “lectura en atril, canto y guitarra, donde cobran vida Rosario Castellanos, Pita Amor, Griselda Álvarez, Nellie Campobello, Enriqueta Ochoa, Elena Garro, Margo Glantz y Silvia Molina”. El libro pronto estará en circulación.
Cada una de esas excelsas mexicanas hizo historia en la Literatura Mexicana. Son reconocidas internacionalmente y deberían figuras en los textos de enseñanza a los niños de primaria, a los alumnos de secundaria y a los estudiantes preparatorianos.
“CHILANGA POR ERROR”
Enterado de los datos que Marina Azuela, nieta del recordado autor de “Los de Abajo”, novela revolucionaria de don Mariano Azuela, le pedí su colaboración para homenajear a Rosario Castellanos Figueroa.
He aquí algunos párrafos de su extenso comentario, cuyo principio me dejó una fuerte impresión.
Marina Azuela empezó así:
“Voy a recordar algunas palabras que le escribí dentro del libro Ocho Mujeres.
“Hablar de Rosario Castellanos es sentir a los árboles, a mujeres danzantes, a olas del viento, hojas de la ceiba blanca en un bosque negro”.
“Nació un 25 de mayo de 1925 en la Ciudad de Méxic, pero por un error geográfico, pues a las pocas semanas de nacida, sus padres la llevaron a su tierra, porque ella decía que era chiapaneca, Comiteca de pura cepa”.
Su padre fue un terrateniente cafeticultor y dueño de un ingenio azucarero. César Castellanos era un hombre que enmudecía de terror a los niños e imponía el respeto de los mayores. Castigaba a centurionazgos y regaba sobre las mesas “chorros de monedas de oro”. Su madre, Adriana Figueroa, “de oficio costurera que en lugar de leche, le dio (a Rosario) sometimiento.
Dramáticas y espeluznantes las siguientes líneas que escribió Marina:
“Cuando tenía siete años su hermanito Menchito murió y en la velación, (Rosario) escuchó a su madre que decía ¿por qué no se murió la niña? La niña debía de estar muerta y no mi hijito Continuó leyendo a Marina: “el nacimiento de Rosario, “su primera aparición en el mundo, fue decepcionante, por ser niña, su figura se desvaneció”.
DEL RANCHO A LA CAPITAL
Así creo que hay una película mexicana con ese título, pero en la vida de la joven Rosario Castellanos marchar a la gran Ciudad, el entonces Distrito Federal, era “como dejar un jacal maltrecho que no nos defiende de la intemperie sin nostalgia”.
El viaje tuvo como origen que se aplicó la política agrarista del presidente Lázaro Cárdenas, quien ordenó la expropiación de las tierras del señor Castellanos.
Rosario realizó sus estudios en las académicamente mejores escuelas de Comitán. Al concluir el Bachillerato, en la UNAM, decidió estudiar para Licenciada en Derecho, pero pronto prefirió ser alumna en Filosofía y Letras.
El ambiente estudiantil, en su época era difícil para las mujeres. Le contó a su amiga Dolores Castro “Una tenía que hacerse la tonta para poder tener una relación amistosa con los compañeros”.
Estaba segura de que nada la detendría en su preparación profesional. Obtuvo su título de licenciada e inmediatamente se inscribió para obtener la Maestría, en 1950. Una de sus tesis fue publicada en ese año, con el título “Sobre la Cultura Femenina“ con afectuosa dedicatoria para su amiga y compañera Lolita; ambas compartieron años escolares en la Universidad de Madrid.
DEDICAN MUSEO EN COMITÁN
La obra literaria de Rosario Castellanos goza del reconocimiento nacional e internacional. Su actividad en ese campo no fue obstáculo para que ella estuviera atenta a los problemas de los indígenas chiapanecos, a los descendientes de los mayas, a los que fueron y son la raíz y razón del México que vivimos. (El maestro Jesús Sotelo en 1948 publicó La Raíz y Razón de Zapata; me “robé” las primeras cuatro palabras).
El amor que siempre mostró por los Lacandones, Tzezales, Tzoziles y demás nativos de Chiapas, se refleja en la construcción del Museo Rosario Castellanos, en su tierra que amó desde que tuvo uso de razón. Ahí está gran parte de la obra literaria, cuyo primer título fue todo un éxito, Balún Canán, acreedor al Premio Chiapas 1958.
Es un libro esencialmente autobiográfico. “Es la narración de mi infancia, es, además, un testimonio de los hechos que presencié en un momento en que se pretendió hacer un cambio económico y político en los lugares en donde yo vivía entonces”.
Escribió Marina Azuela: “A Rosario no se le permitía salir de casa y a escondidas entraba al aposento de los rituales de su nana Rufina: la brasa ancestral de los mayas que aun cenizas, sigue ardiendo. Ahí escuchó de los labios de su nana decir: “Y, entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado, la palabra que es el arca de la memoria”. Relato que aparece en Balún Canán.
Su novela “Oficio de Tinieblas” le dio a Rosario en 1962 el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. La autora de “Ocho Mujeres” señala que es su novela favorita, en la que Rosario describe con una imparcialidad asombrosa las supersticiones, muchas de ellas, parteras de la ignorancia, que doblan la cerviz y son fuente de abusos milenarios.
En Eterno Femenino, Rosario destaca el humorismo y el sarcasmo. Rosario no se autodefinió como feminista, en esta obra socaba el pensamiento machista atávico, que desenmascara tanto a la mujer como al hombre.
Los libros de poesía, escritos por la chiapaneca de corazón, quedaron en una obra titulada Poesía No Eres Tú, publicada en 1972
UN FINAL INESPERADO
Fecha fatal, 7 de agosto de 1974. Sonó el teléfono. Rosario salía de bañarse y corrió para contestar, pero antes se aproximó para encender una lámpara colocada sobre un mueble y se produjo una descarga electroestática. Instantáneamente Rosario cayó al piso, sin vida. Sus restos, muy merecidamente, están en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Ahí ponía fin la vida de quien en 1971 recibió el nombramiento de Embajadora de México en Israel. La Universidad Hebrea de Jerusalén, por voz de Josef Livne, hizo un reconocimiento a Rosario por su obra literaria, su labor como profesora en la citada Universidad y el desempeño exitoso como diplomática. También fue maestra en la UNAM y en las Universidades de Wisconsin y Bloomington, en Estados Unidos.
Trabajó en el Instituto Nacional Indigenista. Fue la jefa de Información y Prensa durante la rectoría del doctor Ignacio Chávez, en la UNAM.
Durante 13 años fue esposa de Ricardo Guerra Tejeda, a quien conoció como profesor en Filosofía y Letras. Tuvieron un hijo, Gabriel Guerra Castellanos
De su poema Encargo, las dos primeras líneas:
Cuando yo muera dadme la muerte que me falta y no me recordéis
No repitáis mi nombre hasta que el aire se transparente otra vez.
MEMORIA Y OLVIDO
El comentar “Ocho Mujeres” me llevó a seguir la trayectoria de la hija de la pareja amorosa que formaron la cantante y actriz Marilú, La Muñequita que Canta y el dibujante, cartonista o caricaturista, retratista David Carillo. Entrañables amigos.
Hermana de mi colega Elvira (Carrillo) Espinoza y de Gaby Carrillo, intérprete y traductora radicada en Estados Unidos, como Elvira que lleva el apellido de casada.
Preciso, Marilú fue una potosina que a los 12 años de edad inició su carrera de cantante y por más de ocho décadas interpretó miles de canciones. Ella, Marina Herrera Aragón, el 16 de febrero pasado nos dijo adiós, pero siempre está con nosotros, porque nos dejó decenas de sus canciones en discos y videos..
El olfato de reportero-redactor nunca desaparece para mí. Por ello hurgué en diversos medios y publicaciones para enterarme de la tarea literaria y poética de Marina Azuela Herrera por cuyas venas circula la literatura y el arte caricaturesco.
Marina y su papá David nos legaron una obra maravillosa a la que pusieron un singular título, Memoria y Olvido. Valioso compendio de recuerdos escritos por Marina e ilustrado por ese gran dibujante que fue David Carillo.
En la portada de la publicación, en 1980, además del título y los créditos de los autores, leí Colección Editorial El Zócalo, Gobierno del Distrito Federal, Secretaría de Cultura, Xerox Mexicana.
En las casi doscientas páginas de ese libro podemos conocer detalles de personajes como Diego Rivera y José Clemente Orozco, Frida Kahlo y Margarita Michelena, del maestro Alfonso Reyes y del novelista Mariano Azuela, del insigne músico Carlos Chávez y del pintor campechano Joaquín Clausell (Joaquín Quirico Marcelino Clausell Traconis), así como del caricaturista veracruzano Ernesto “El Chango” García Cabral, por citar a unos.
En 2008 Marina publicó “Hasta Lo Hondo”. “Es un trabajo poético en el que no le falta ni le sobra nada,” opinión de la crítica. En otra de sus obras, esta mujer de la literatura mexicana contó con la colaboración del dibujante Alejandro Aranda. También es autora de “Zona de Derrumbe”, en circulación desde 2010.