Abanico
AMLO, el discurso pro-familia en medio de la crisis
Felipe de J. Monroy*
La cultura del pueblo mexicano recurre con frecuencia a la figura familiar como el más importante e indispensable espacio de bienestar, de cuidado y de amparo. Y no es sólo un deseo; en realidad son las familias las que en los casos extremos de la vida se hacen presentes y que, no sin sacrificios, suelen extender la ayuda que pueden dar a los suyos, a pesar de sus evidentes limitaciones. Es decir, como apuntó el clásico, allí donde se adolece de recursos, abunda el ingenio y la voluntad.
Una vez declarada la Fase 2 de la contingencia sanitaria por el COVID-19, debido a que la transmisión comunitaria en México es una realidad que paulatinamente irá asfixiando el de por sí vulnerable sistema de salud pública en el país, el presidente de la República ofreció en su conferencia diaria una reflexión justo sobre el tema de la familia y el papel que ésta tiene y tendrá para que los ciudadanos -sobre todo los más vulnerables- sobrelleven las múltiples crisis que se avecinan.
“Más que la capacidad hospitalaria, lo importante es que podamos curarnos y cuidarnos los mexicanos en nuestros hogares. Tenemos -y esta es una gran fortaleza- algo que nos distingue con relación a otros países del mundo: Nosotros tenemos mucha fortaleza por la solidaridad, la fraternidad de nuestras familias. La familia en México es la institución de seguridad social más importante, que no tengamos duda de eso”, dijo López Obrador.
Tiene razón, la vida familiar es una riqueza en ocasiones obviada en el discurso o las políticas sociales. No ha habido lugar del mundo ni momento en la historia en que el Estado o el dinero hayan suplido por completo las necesidades humanas que sí atiende la familia. Por supuesto, lo han intentado y siempre habrá algunos convencidos de que todas las experiencias de su vida deben estar satisfechas por el gobierno o la capacidad económica.
Pensemos justo en el caso del COVID-19. No hay país del mundo -por rico o preparado que se encuentre- que tenga capacidad de poner en servicios sanitarios a todos los que padezcan complicaciones respiratorias por el virus. No hay Estado tan fuerte ni hay recursos suficientes para que cada enfermo tenga su cama, su respirador, sus medicamentos y el personal médico y de enfermería a su cuidado. Nunca lo ha habido y nunca lo habrá.
El ‘estatismo radical’ propondría que los hubiese y sangraría de impuestos a los ciudadanos para intentar colocarse esa medalla; mientras, el ‘capitalismo egoísta’ respondería que sólo quienes gocen de los recursos, los méritos o la compasión de los grandes potentados reciban lo que el Estado es incapaz de darles.
Mas la enfermedad e incluso la muerte que transitan millones de ciudadanos fuera de las prebendas del Estado o del dinero no suceden en completo silencio, gimen sus dolores en la intimidad de sus hogares, abrazados y acompañados por aquellos cuyo vínculo natural o afectivo se acrisola en esas difíciles pruebas.
Esta pandemia ha forzado a millones de familias a reencontrarse en el hogar, a tomar nuevamente los alimentos juntos, a compartir las tareas y responsabilidades, convivir en los espacios de reflexión, diversión y de entretenimiento. Pero, si lo miramos detenidamente, también pone en evidencia la inmensa prueba de ternura, cariño, compasión y sacrificio que deberán afrontar en esos íntimos espacios domésticos ante la carencia, la tristeza, el miedo y, sí, la enfermedad. Nos ha forzado a comprender las luces y las sombras en lo que el sabio Bidpaï escribió hace cinco siglos: “Es cosa imposible que el hombre solo pueda adquirir su mantenimiento o su mortaja sin ayuda del otro”.
Por supuesto, hay signos claros de que aquella fuerza de la institución familiar tradicional no se ha perdido del todo; pero también hay señales de que quizá el presidente sea demasiado optimista respecto al compromiso solidario que viven las familias hoy en México: Una sociedad que prefiere cantar a los vacíos balcones para llenar los ojos de las redes sociales y montarse en una frívola tendencia, en lugar de compartir el talento y la enseñanza hacia adentro de sus hogares, no es el mejor ejemplo de fortaleza familiar. Espero estar equivocado.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe