Libros de ayer y hoy
El colega Antonio Bertrán retrató, en magistral entrevista en el diario Reforma del domingo 7 de octubre, la señorial presencia de Luz Longoria Gama (88), quien al lado de su esposo, el ingeniero José Álvarez Icaza Manero, fue la voz libertaria de las familias y las mujeres en el Concilio Vaticano II, y que la semana pasada fue invitada, no por la Curia Romana sino por la organización Cordinamento Teologhe Italiane, a celebrar en la otrora llamada Santa Roma el cincuentenario de la inauguración de aquella magna reunión de obispos, olvidada ahora por la estructura clerical católica.
Bertrán retrata, con una prosa periodística digna del periodismo de a deveras, que trasciende los 140 caracteres de ese “periodismo” de copia y pega del Tuíter o del Feisbuc, la presencia femenina de Luz, que no siendo teóloga, habla con toda la autoridad que le da la experiencia, la vida, ante teólogos y teólogas que la escuchan con atención porque es voz de quienes no tienen voz: las familias y las mujeres fieles y no fieles a la iglesia católica y miembros de la sociedad “secularizada.”
La entrevista la publicó Reforma justo horas después de que Luz Longoria Gama, viuda del gran Pepe, participara en el congreso internacional Las teólogas releen el Vaticano II para celebrar el cincuentenario del inicio del concilio Vaticano II (11 de octubre de 1962) sino para recordarle a los altos dignatarios del colegio cardenalicio, y a los obispos, que se han olvidado de aquel aggiornamento inspirado por Juan XXIII, que pudo haber salvado la estructura clerical del derrumbe, ante una sociedad cada vez más atea, porque no encuentra respuesta a sus profundas interrogantes terrenales y espirituales en la boca de los clérigos.
Luz fue invitada por la organización del congreso internacional conmemorativo para hablar en representación de las católicas mexicanas y latinoamericanas, que vaya que lo es porque ha sido la única mujer del subcontinente, que sigue mereciendo el nombre de Continente de la Esperanza, que alzó su voz en aquel Concilio convocado por Juan XXII. La voz de Luz resonó en el romano Pontificio Ateneo de San Anselmo, donde sesionaron los teólogos y las teólogas, la semana pasada, entre el 4 y 6 de octubre.
Registra el entrevistador que Luz le confió que, más que ofrecer una ponencia, lo que haría sería (y así lo hizo) presentar los resultados de un sondeo entre religiosas y laicas mexicanas de diversos estratos sociales, en el que se preguntaba: ¿cómo has visto el caminar de la Iglesia en estos 50 años; cuáles han sido sus avances y retrocesos? Luz les habló a los teólogos y teólogas particularmente de asuntos escandalizantes al interior de la estructura clerical: el celibato de los sacerdotes, el sacerdocio femenino y el aborto, entre otros asuntos que abordaron los obispos en aquel Concilio que conmocionó al mundo, porque prometía cambios radicales en la relación de una de las grandes religiones del mundo precisamente con el mundo mundano.
Luz le dijo a Bertrán: “Muchas han dicho que hay que insistir en quitar el celibato sacerdotal para evitar afectos torcidos y desviaciones sexuales. Y abrir el sacerdocio a las mujeres. Si una religiosa es teológicamente preparada y virtuosa, por qué no puede ser sacerdote. Así se resolvería la falta de vocaciones”.
“No estoy de acuerdo con el aborto, confió Luz, pero si no se pueden tener más hijos es mejor evitar la concepción, y así queríamos expresarlo entonces”, en aquellas prolongadas sesiones del Concilio ahora recordado por los movimientos católicos que impulsan que Roma retome aquel camino de diálogo y apertura, promovido por juan XXII y avalado por Paulo VI, sucesor de Juan El Bueno.
Ex auditora laica en el Concilio, con la misma voz rotunda que usó hace medio siglo, Luz le dijo al reportero una advertencia para los clérigos que ya no recuerdan los principios de cambio acordados por los obispos en el Vaticano II: que estudien aquellos documentos y, sobre todo, que “aterricen” los discursos “muy teóricos y muy grandes” que ella escuchó aquellos padres conciliares hace 50 años para redimir a la iglesia y ponerla del lado de los pobres.
A sus 88 años, Luz Longoria Gama sigue siendo una voz que clama en el desierto de la iglesia que ella ama, a pesar de las traiciones de los clérigos con los ciudadanos de un mundo en el que reinan la desigualdad, la exclusión, la injusticia de quienes lo tienen todo sobre quienes no disponen más que de su fuerza de trabajo. Hace 50 años, ante el “sacro” Colegio Cardenalicio, en sesión solemne en el Vaticano, Luz les advirtió a los clérigos que “Los hijos no son fruto de la concupiscencia sino del amor… Con mucho respeto les digo que cuando sus madres los concibieron lo hicieron por amor, no por concupiscencia”.
Longoria suelta una verdad. Medio siglo después del Concilio, que en palabras de Juan XXIII era un abrir la ventana para que entrara aire fresco en la Iglesia, el machismo y misoginia de la jerarquía católica no han cambiado. “La participación de la mujer es una cuestión que ha fallado mucho… Dentro de la Iglesia la mujer está peor que afuera”.
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