Presentan libro Voces por la Paz en FIL 2024
***Serie de 10 retratos breves dedicada a mujeres de México cuya vida ejemplar es aporte imperecedero, dignas de ser memorables para su generación y la posteridad por sus contribuciones al arte, la ciencia o la cultura.
Al margen de su ideología política, todas ellas fueron y son congruentes con principios y valores inspiradores. Algunas alcanzaron la fama que trascendió a su tiempo, pero otras ameritan hacerse visibles para ser reconocidas y recordadas por su vida singular y sus valiosas aportaciones.
Mujeres mexicanas memorables (7)
Angelita González, editora y librera
El trabajo editorial y el de librero son dos ocupaciones de alta estima para quienes gustan de leer y escudriñar el alma de los libros, de ese diálogo que se entabla entre el libro y el lector sabe mucho la mujer mexicana memorable que hoy nos ocupa, Ella es María de los Ángeles González Callado, mejor conocida como Ängelita González o Angelita Ramos, su nombre de casada.
Decía el periodista Carlos Ferreyra Carrasco en mayo de 2021, en Facebook, sobre quienes frecuentan las librerías no sólo lo hacen por los contenidos, sino que también desarrollan gusto por las texturas y aromas. En plena pandemia de Covid 19, evocaba ya «los viejos comercios donde se conjuntaban socialmente lectores y autores.
«Pienso en la Librería Reforma. Los propietarios, Franklin Ramos Basterrechea, un vasco grande y voluminoso, y su esposa, Angelita González, auténtico ángel guardián de la lectura, promovían muy a su estilo y buen entender el gusto por los libros. Si eso llevaba a hacerse de la vista gorda cuando jóvenes presuntamente estudiantes ‘intervenían’ o expropiaban determinadas obras, bueno, era parte de lo que asumieron como apostolado».
Para Angelita, quien se quedó al frente de la Librería Reforma por más de una década, es un orgullo que se haya convertido en la casa de los periodistas, «en ese lugar tuve el honor de sentarme a la mesa con amigos periodistas que habían salido del Excélsior de Julio Sherer, que estaban en unomásuno, en La Jornada, Novedades, Ovaciones», rememora.
Solía enterarse antes que nadie de las «notas de ocho», y «si había mucha gente me sentaba sobre la nota principal para leer la primicia, y si no me subía a mi despacho y disfrutaba su lectura».
Fue Franklin Ramos Basterrechea junto con dos socios –un argentino y un español–, quienes fundaron el Centro Cultural Librerías Reforma, en 1979, sobre 1000 metros cuadrados sobre una de las principales avenidas de la capital mexicana.
Se extendía este complejo con amplios salones para albergar la editorial Gernika, la distribuidora de libros, la librería con ejemplares de actualidad, especialmente de Ciencias Políticas y Sociales, áreas para la presentación de libros, restaurante y cafetería.
Un año antes, el 8 de agosto de 1978 , Franklin y Angelita había fundado Ediciones Gernika, S.A. de C.V., el objetivo inicial fue publicar a autores mexicanos y obra en español sociopolítica, muy escasa en México: «Surgimos al mismo tiempo que la editorial Siglo XXI, claro sin compararnos con su dimensión, pero para 2020 ya habíamos publicado 1280 títulos y 190 libros de arte», dice y agrega:
«Comenzamos a publicar libros de autores mexicanos, excolegas del Centro de Estudios Educativos (CEE) pioneros en investigación educativa, como: Pablo Latapí (1927-2009), Teódulo Guzmán, ambos jesuítas de gran prestigio; y también a Jorge Muñoz Batista, Carlos Muñoz Izquierdo y Rodrigo Medina. Todos aportaron escritos maravillosos».
–¿Por qué llamaron ‘Gernika’ a la editorial?
–La madre de Franklin era vasca, él era vasco-catalán nacido en Burdeos, pero mexicanizado. Para ellos la destrucción de la población vasca de Gernika, en 1937, por bombas lanzadas por aviones de la Alemania nazi y la Italia fascista, países aliados de Franco, fue la peor ignominia de la Guerra Civil Española. Había que ponerle ese nombre a la editorial para que el mundo recordara esa tragedia y no volviera a suceder algo igual, y le dije que para el logotipo teníamos que incluir la bandera mexicana. Él aceptó y agregó: y la ikurrinea vasca. Y así fue «.
¿Quién es Angelita González- Angelita Ramos?
–Me llamo María de los Angeles González Callado, única mujer de una familia con cinco hermanos, nací en 1947 en el Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Mi padre de nombre Olegario González González llegó en 1925 a México procedente de España, se casó aquí, cuando tenía 45 años de edad, con mi mamá, Socorro Callado Fernández, ella también de origen español, tenía 26 años. Yo nací un año después.
Desde chica fui muy dedicada al estudio, fui a un colegio de monjas Benedictinas muy liberales, el Colegio Guadalupe, de los años 50´s. Mi mamá era conservadora, pero mi papá no. La directora del colegio se llamaba mother Mildred, y era doctora en Sociología, de Kingston, Alemania, dicen que hasta Sor Salud, una famosa maestra española del Colegio Miraflores, se le cuadraba.
Fui una guerrera desde niña, en el sentido de superación; desde quinto de primaria hasta la Prepa fui la representante del Colegio Guadalupe en los Concursos de Ortografía, y gané todos . Mi mamá hablaba con la zeta y entonces auditivamente distinguía cuando era con ‘c’ o ‘z’. Leía mucho desde niña, mi papá me compró Tesoros de la Juventud y ahí venían con unos cuentillos, con los que me aficioné a la lectura, tendría seis o siete años y hasta me dejaba peinar con jalones de lo entretenida que estaba.
Entré a estudiar Sociología en la Universidad Iberoamericana dos años después de haberse inaugurado la carrera, hacíamos intercambio de materias y profesores con la UNAM, los alumnos íbamos a CU y venían a la Ibero. Debíamos estudiar El Capital un año para estudiar sociología. Así que los temores de mi papá de que me volviera cristiana no se cumplieron, me tocó ser educada en el Marxismo. En la Ibero eramos como la estrellita porque eramos de izquierda.
En la Ibero, los tres primeros años eran comunes para Sociología, Ciencia Política, Administración Pública y Antropología Social. Así que estudié Sociología y Antropología Social simultáneamente, tuvimos unos maestrazos. A los jesuítas de la Ibero que nos tocaron les llenaba de orgullo nuestras tendencias de izquierda, ellos pertenecían a la Teología de la Liberación, realmente eran muy listos para meterte asus ideas.Aquí conocí a Franklin Ramos Basterrechea, con quien me casaría en 1971.
Estudié inglés los últimos tres años de la carrera, hubo un intercambio, vinieron de Georgetown University. Estuve un semestre allá en la Facultad de Políticas.
En la Universidad todo mundo me conocía como Angelita, Jaime Serra Puche fue mi compañero de banca. Cuando lo nombran subsecretario de Ingresos, le pedí a su secretario Antonio Arguelles que me comunicara con él y le dí mi nombre largo de María de Los Ángeles González Callado. Claro, me desconoció, y yo, molesta, creí que ya se le había subido. Luego, cuando me contestó me dijo: «pinche Angelita no te andes presentado así porque nadie te conoce».
Desde chiquita tenía mi identidad clara, peleaba mi mexicanidad, a los 18 años renuncié para siempre a mi nacionalidad de española, tenía un certificado de nacionalidad mexicana que me otorgó la Secretaría de Relaciones Exteriores. Soy mexicana, puedo criticar a mi país, pero si un extranjeo lo intenta me envuelvo en el lábaro patrio y me oye. Mi papá me inculcó el amor por mi país, se hizo mexicano, creo que ningún mexicano pudo haber querido más a México que él.
Su experiencia en Madrid
No me tocó represión, el 68 no lo pasé en México. Me fui a España en 1967 porque se iba a morir mi abuela paterna. No había relaciones diplomáticas con México, gobernaba Francisco Franco. Presenté mis exámenes de Sociología a Título de Suficiencia en la Complutense de Madrid, y los pasé. Con padres españoles, me hicieron española en 5 minutos, sólo fue para las los estudios.
En mi experiencia, la Educación superior en México era mejor que la española, aquí analizábamos, discutíamos las teorías. «Allá no era mala, sino lo que sigue de mala». Todo era de memorización, muy poca evaluación analítica, poca crítica. Los catedráticos tenían la máxima calificación de por vida, los había talentosos, pero otros eran demasiado arrogantes.
Tuve con un maestro en Madrid , un enfrentamiento por mi mexicanidad, se puso a hablar de América Latina y luego de México, decía unas barbaridades, por ejemplo decía que éramos 34 millones de mexicanos, y ya éramos 70. Si no sabes, cállate. Como alumno debías permanecer callado. Levantar la mano y hablar en contra del maestro era como pecado mortal.
Maestra e investigadora de Educación Superior
Fui maestra en la Ibero, daba Metodología de la Investigación, también en la Anáhuac, en la UNAM , La Salle, porque nadie quería dar mi materia. Fui adjunta de MIlena Cobo que era una eminencia en la materia y a ella la nombran secretaria académica de la UAM. Como maestra no me importaba que no fueran a clase, pero sí era exigente en que pasaran los exámenes de conocimientos y tuvieran buena ortografía. El reto como maestra fue poner orden en la cabeza de mis alumnos.
A partir de 1970 fui investigadora titular y directora de Relaciones Púbicas Académicas en el Centro de Estudios Educativos (CEE) con Pablo Latapí. Fue una época muy bonita, éramos 12 investigadores haciendo estudios comparativos entre varios países de Latinoamérica.
Recuerdo que mi examen para entrar fueron 100 palabras de ortografía, escribí todas sin error. Latapí dudó de mi, se atrevió a sospechar que alguien me había dado el examen. Y le dije: ‘ A mi usted no me insulta, lo reto a que me dicte otras 100. Y empezó a dictarlas, cuando levábamos 30, me dijo ya ví que sí sabes ortografía. La ortografía ronda mi vida.
Los jesuítas han tenido una aportación excelente en México, muy diferente a otras órdenes religiosas, la Compañía de Jesús representa la inteligencia, el conocimiento. Ellos denuncian la injusticia. Cuando estuve en el CEE creo que yo conocía a más jesuítas en el mundo que los jesuistas entre ellos. Ahora lamentablemente han sido varios de ellos asesinados, y la están pasando mal.
Angelita González se incorpora a la Librería Reforma
Dejé de dar clases, agotada, tenía entonces 640 alumnos, también me separé de mi trabajo en el Centro de Estudios Educativos (CEE). Pero realmente la decisión la tomé por amor a Franklin, de quien siempre estuve enamorada. Los socios fundadores fueron desertando cuando vieron lo difícil que era sostener el Centro Cultural primero fue el argentino, luego el español.
Y aquí se aplica eso de que la suerte favorece sólo a la mentes preparadas. Franklin se sacó los Pronósticos Deportivos y con ese dinero compraron el Centro Cultural Librerías Reforma, en 1981. El hermano de Angelita, José Antonio González, se cumó para administrar el restaurante, y ella atendía a los clientes en la librería.
Su marido, profesional de la Ciencia Política, se dedicó al servicio público, y Angelita González fue quien se mantuvo al frente de las diversas actividades que se realizaban en el Centro Cultural.
La Librería Reforma se convierte en Centro de Apoyo en 1985
En el terremoto en 1985, que debastó a la Ciudad de México, la Librería Reforma no resultó afectada, dice Angelita «como si fuera un lugar mágico», en medio del desastre que afectó a las construcciones de Plaza de la República: la Lotería Nacional, el hotel Principada, el edificio del ISSSTE, las madres del CONALEP y demás damnificados. Todos ellos se refugiaron en el Centro Cultural, convirtiéndose en centro de apoyo.
Y fungió también como Centro de comunicaciones, ya que «éramos el único teléfono en operación, así que los periodistas enviaban sus informaciones desde Reforma 11 (dirección de la Librería) y ahí mismo recibíamos comunicaciones que de otra forma no hubieran podido fluir.
Les dábamos de comer a 200 personas diariamente, gracias en gran medida al apoyo que mi padre brindaba de su tienda de abarrotes que tenía en la colonia exhipódromo de Peralvillo, de ahí nos enviaban productos para preparar los alimentos. Me tocó hacerla de psicólogica con muchas personas, entre ellas las madres del CONALEP. Tres meses duramos en esas condiciones.
Dos años después, en 1987, su padre, don Olegario González falllece y su hermano deja la administración del restaurante para atender el negocio paterno.
A partir de 1988, Angelita se hace cargo de Librería y Editorial
Franklin, quien estudió Administración Pública siempre quiso trabajar en el gobierno, relata Angelita. Cuando llega su amigo Serra Alpuche como secretario de Comercio se va a trabajar con él, ella se hace cargo del restaurante, la librería y la editorial.
Su esposo la deja con el encargo de editar lo que será su primer libro, le entregó el escrito. Ajena a esa labor, sí había observado cómo era el procedimiento, y decide llamar al director de la editorial Salvat, José Luis Rosas, quien le dicta por teléfono, en 15 minutos, las instrucciones para hacer un libro.
Emocionada como si reviviera esa experiencia, ella relata a detalle que tomó pluma y papel: Rosas comenzó por decirle toma una hoja tamaño carta, dóblala, vuélvela a doblar… y así la fue instruyendo de cómo hacer las páginas para ordenar a la imprenta los pliegos, dependiendo del tamaño de la hoja…dónde coser las páginas, cómo hacer los negativos, etcétera.
Tomó el mando paso a paso, llamó a los trabajadores de cada área: del diseño, de la impresión, a los proveedores del papel, solicitó semblanza y redactó la cuarta de forros. No recuerda el nombre del libro, pero sí la portada con diseño cubista y que era de Economía, de algún maestro gringo. Cuando Franklin recibió el libro, la abrazó y, con admiración, le dijo: «eres una chingona».
Franklin le dejó la editorial a Angelita con 80 títulos, «el Centro Cultural se convirtió en un circo de cuatro pistas», relata, tenían un salón Picasso donde hacían comidas privadas de diferentes clientes,como el Voluntariado de SECOFI y de otras secretarías. Tenía que pagar 65 mil pesos de renta mensual y con la devaluación ya pagaba 65 millones de neuvos pesos.
Llegó a tener más de 40 empleados y 780 proveedores en os mejores tiempos del Centro Cultural Librerías Reforma, dice orgullosa: «nunca corrí a nadie. Traté de ser empática con los trabajadores. Actualmente hay 12 empleados en la editorial Gernika, pese a la pandemia pudo sostenerse, es una de las 18 librerías mexicanas existentes, el resto son editoriales extranjeras que se han ido fusionando unas con otras.
Anécdotas
Tengo decenas, quizá cientos, de anécdotas, reconoce. Con Manuel Bartlett, exsecretario de Gobernación; con Jesús Silva Hersog, exsecretario de Hacienda; con los periodistas Manuel Buendía y Mercedes Aguilar. Muchas de ellas fueron publicadas por los cronistas asiduos, como Fidel Samaniego, la columnista Aurora Berdejo, Sara Lovera, Tere Waisser; Raymundo Rivapalacio, Carlos Ferreyra, Fausto Fernández Ponte, Pedro Álvarez del Villar, y muchos más periodistas a quienes consideró «sus hermanos», «sus carnales».
Rememora una con la Tigresa Irma Serrano, pintada y enjoyada de manera estrafalaria, como acostumbraba, era senadora de la República, asistía como invitada a la presentación de un libro sobre La Tecnocracia en México, de una editorial ajena.
Ella dijo: «jovencitos qué discuten, la tecnocracia era necesaria en México, de qué otra forma podría yo tener la recámara de la emperatriz Carlota, el problema en México no es la Tecnocracia, sino la ‘Putocracia’, decía ‘Puto’ y mencionada el nombre de un funcionario púbico… cuando íba el tercero, la interrumpió Angelita con un «momento senadora, este es un espacio dedicado a la cultura, todo se vale, excepto insultar a las personas. Ella protestó, pero yo le mostré la puerta, si no estaba de acuerdo ahí estaba la salida. No escuché sus maldiciones, sólo los aplausos de la concurrencia».
Abrupto cierre, tras un venta de remate inesperado
En 1994 le llegó un citatorio para comparecer ante la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, de NIños Héroes, el 4 de enero. «Se me acusaba de despojar a la Ciudad de México de una superficie de 300 metros cuadrados», aunque ella rentaba el espacio.
El director general de Arquitectura del INBA, Víctor Jiménez, se ofreció para hacerle un levantamiento con rayo láser de la superficie. «Me enteré que lejos de los 1000 metros cuadrados que creíamos teníamos 700, y yo no era la dueña, solo la apoderada del negocio. Pero el estudio podría servir.
«Fui sola, sin abogado, en el entendido de que el que nada debe nada teme. Me recibió un alto funcionario que me dijo que por instrucciones superiores tenía que dejar el local, luego de 16 años de hacer del Centro Cultural Librerías Reforma un lugar exitoso, referente nacional y mundial de la cultura, me dieron tres meses para abandonar el local de manera «voluntaria».
El dueño del terreno ya había aceptado «negociar» con los interesados en el predio. Todo el acervo de la librería se tuvo que rematar. Resultó cierto eso de que «donde se quiere a los libros también se quiere a los hombres», dice Angelita parafraseando a Heinrich Heine.
En 2006 murió Franklin a causa de una insuficiencia renal. Angelita continuó como directora general de la editorial Gernika, tiene una hija que comparte su nombre: María de los Ángeles Ramos González, quien radica en España desde hace dos décadas. Con su hijo, Fernando Ramos González, como director general adjunto, mantienen el afanoso oficio de publicar libros. Ambos comparten el pensamiento de Borges: «Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros».