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CIUDAD DE MÉXICO, 9 de noviembre (Quadratín México).- Conocido por la precocidad de su genio poético y lo revolucionario de su propuesta, que abrió las puertas a la literatura simbólica, el bardo francés Arthur Rimbaud murió el 10 de noviembre de 1891 en Marsella, no sin antes haber dedicado su vida a hacerse rico para lo cual incluso se hizo mercenario.
Nacido el 20 de octubre de 1854 en Charleville, Francia, Rimbaud fue de tal suerte pródigo que su poesía, toda, la escribió entre los 16 y los 20 años de edad, como si supiera que su existencia sería breve, para luego dedicarse a hacerse rico.
De acuerdo con datos de su vida consultados en la Enciclopedia Británica y el portal “elmundo.es”, nació en el seno de una familia burguesa católica gala, bautizado con el nombre de Jean-Nicolas-Arthur Rimbaud.
Fue hijo de un militar, Fréderic Rimbaud, que en los tiempos que tenía libres durante la guerra de Argelia escribió un “Corán” con anotaciones que nunca publicó, y que para los estudiosos fue el origen del interés de Arthur por la literatura.
Sus padres se separaron cuan él era apenas un niño, no obstante lo cual su infancia fue todo lo agraciada que lo pudo ser la de un hijo de una familia de la burguesía católica.
La precocidad y genio del futuro poeta se mostró desde los primeros años escolares: fue un alumno apacible y amado por sus mentores, con excelentes notas en todas las materias escolares y ganador de todos los reconocimientos que entonces enfrentó.
Por esa época se sumergió en la lectura de autores como Théophile Gautier, Théodore de Banville, José María de Heredia, François Coppé y Paul Verlaine a través de la publicación “Le Parnasse contemporaine”.
Misma publicación a la que habría de mandar sus primeros poemas, donde no se los publicaron con el argumento de que cuando los hacía llegar el número “estaba cerrado”.
Hacia 1870, publicó el que es tomado como su primer poema, “Les Étrennes des orphelins”, en la publicación “Revue pour tous”. A continuación se decidió a marchar a París con el único propósito de hacer realidad sus sueños.
Pero sin dinero, decidió viajar de polizón en tren y fue detenido y encarcelado, prisión de la que fue sacado por su profesor de retórica, Georges Izambad. Con esta afrenta regresó a Charleville.
Entonces, el dócil y aplicado estudiante dio un vuelco de 180 grados y en 1871, cuando en París se levantó la Comuna, se trasladó a la capital francesa, donde escribió manifiestos para los revolucionarios. Más tarde los abandonó por su condición social, diferente a la de él.
De su breve paso por las ideas revolucionarias cambió al nihilismo, ideología en la que desarrolló una inspiración en la disipación, la negación de cualquier valor y asomada al abismo.
Como escribió en una carta entonces, su interés era ser el “gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito y el sabio supremo”. Entró por esos días en contacto con el gran poeta francés Paul Verlaine, a quien con sus apenas 17 años remitió su obra “El barco ebrio”.
Verlaine, de 27, ejercería entonces una gran influencia en Rimbaud y la amistad que los unió generó muchas polémicas. Enamorado del joven genio, el primero dejó familia y todo para viajar con Arthur a Bélgica e Inglaterra.
En la historia de la literatura son muy bien conocidas las noches de hachís que ambos compartieron y que los llevó a la destrucción. Entre el caos de la vida que llevaron, el joven poeta escribió “Una temporada en el infierno”, la segunda muestra de su genio.
Verlaine terminó, celoso, por pegarle un tiro en el pecho. Él fue puesto en prisión en Bélgica y Arthur regresó a Francia, donde el escándalo y el rechazo lo recibieron, por lo que decidió instalarse en Inglaterra.
Dejó de escribir en 1874 y en los siguientes años, hasta el día de su muerte, buscó alcanzar un sólo objetivo: ser rico, para lo que no dudó en ser mercenario en las colonias holandesas y tratante de esclavos en Abisinia.
Por su parte y de regreso a Francia, Verlaine reivindicó a su joven amante al publicar sus poemas en “Iluminaciones” (1886) e incluirlo en su reconocido ensayo “Los poemas malditos”, de los que Rimbaud fue el primero.
Arthur Rimbaud regresó a su país, a Marsella, para morir el 10 de noviembre de 1891. Dejó para la humanidad un legado de poesía invaluable.
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