De 8 años, los niños heridos por explosión de pirotecnia en Tlalchapa
En la víspera de la devastación que provocó el huracán Otis, releer las crónicas que otros colegas han compartido me despierta de nuevo una sensación de alerta.
Al revisar las fotos y videos que hice el año pasado, y que sirvieron para las notas que redacté como reportera para Quadratín Guerrero, llegan también sentimientos encontrados, no sólo por lo que iba hallando en mi camino, sino por lo que hoy tengo frente a mí.
Hace un año atestigüé la forma en que miles abandonaban aterrorizados la ciudad en la que vivo, cuando los equipos de emergencia y búsqueda, así como decenas de camiones con policías de la Guardia Nacional que llegaban el jueves 24 de octubre de 2023 a Acapulco, cuando se ponía el sol.
Ante todo ello, la rapiña que no se detenía y nadie la detenía.
Recuerdo cómo inició mi búsqueda de otros datos a la risible cifra de personas fallecidas que el gobierno federal ofreció en las primeras dos semanas, de la inverosímil cifra por decenas de personas desaparecidas y ante la falta de cifras por los cuantioso daños en la ciudad.
Un año ya desde esa experiencia, de reconocer el amor y la generosidad de quienes fueron compañeros de tragedia y hoy son amigos. Nuevas amistades con quienes podemos vernos a los ojos y presumirnos sonrientes porque “estamos vivos” y “sobrevivimos”.
La nota completa en Quadratín Guerrero